Marcharse para volver

marcharse para volver

«El que no fui se fue como si nada.
Ya nunca volverá, ya es imposible.
El que se va no vuelve aunque regrese».
José Emilio Pacheco

Es tan importante parar como seguir el camino. Dos acciones que entran en contradicción cuando nos asomamos ahí fuera y vemos lo rápido que pasa el tiempo. Echamos la vista atrás y anhelamos lo que fue, lo que quisimos que pasara.

Si nos dieran la posibilidad de cambiar algo de lo que hicimos para no volver a cometer el mismo error o elegir el mismo camino, quizás, no estaríamos ahí delante de esa ventana pensando. Porque somos las consecuencias de nuestros propios actos, pero también de los actos que provocan los demás.

Durante este mes y algo que he estado «de reflexión» los cambios en mi vida han ido viniendo y se han ido instalando cómodamente. Aunque a veces los haya mirado con cara de incertidumbre. Aunque haya tenido que pensar de más y hacer de menos. Pero me ha venido muy bien para darme cuenta de que no hay nada más valioso y necesario que el tiempo empleado en una misma.

Marcharse para volver. Para regresar aunque haya cosas que no sean iguales. Para limpiar de tu vida personas, lugares, recuerdos y situaciones que ya no te pertenecen. Porque si no dejas espacio para ver, lo que tienes terminará cegando tus ojos. Y lo mismo estás al borde del precipicio que a los pies de un maravilloso mar en calma.

Solemos pensar mucho en los demás. Tanto que a veces nos olvidamos del lugar que ocupamos nosotros mismos. Pero, ¿Qué haces tú con el tiempo para ti? ¿Cuántas veces te has dicho que si cuando era un no rotundo? ¿Cuántas veces has ido caminando sin ganas porque los demás te llevaban a ese sitio?

Todos deberíamos marcharnos a tiempo. Para escucharnos. Para saber dónde queremos ir. Y podemos volver al mismo lugar. Pero sabiendo que lo hacemos porque queremos. Porque así lo sentimos.

No. No es más valiente el que resiste la batalla sino quien da un paso atrás y se retira a tiempo. El ego a veces es tan sumiso que no doblega su intención. Pero es al mirar las cicatrices que todos llevamos encima cuando comprobamos que todas esas batallas (ganadas o no) son las que te han convertido en la persona que eres.

Marcharse para volver sin tantas expectativas de los demás sobre nuestros hombros. Con el polvo sacudido de los revolcones contra nuestra propia voluntad. Un mapa que nos lleve al mismo lugar pero con otra cerradura diferente o con una visión distinta. Con el equipaje de mano. Sonrisa en la cara. Con una calma y una paz que resuene en quienes te miran al pasar.

Espero que hayáis regresado al lugar donde queráis estar. O que hayáis encontrado uno nuevo.
Nos leemos en breve. Seguid a vuestra intuición. Ella será la mejor guía.

Con amor,

I.

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