Cuando el amor nos provoca la autodestrucción

Cuando el amor nos provoca la autodestrucción

«El amor es una experiencia común a dos personas.
Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas».
«La balada del café triste», Carson McCullers

Cuando el amor nos provoca la autodestrucción

Que te rompan el corazón y se te agoten las ganas de vivir. Que pienses que ya no tiene nada más sentido. Con esa persona: O todo o nada. Salir cruz y tirarte desde un primer piso porque ese dolor no te permite seguir respirando.

Justo delante de mí estaba esta mañana él. En silla de ruedas. Y sus circunstancias.

Al otro lado de la mesa yo, mi cabeza dando vueltas a las preguntas que se iban acumulando y todos los informes que no eran más que papeles, alejados del verdadero sentimiento que hace a una persona actuar de ese modo.

Su intento de abandonar este mundo no le había salido como había planeado. Y sin ganas de mirarme, apenas relatando con la cabeza agachada por qué se encontraba delante de mí, quise comprender por qué, un chico de unos treinta y pocos años había decidido abandonar la vida porque esa chica con la que llevaba tantos años le había dicho aquel día, después de tantas idas y venidas que lo mejor, era dejar la relación.

Y en su cabeza salta un «clic». Ya no tiene sentido. Y en cuestión de segundos, todo cambia de color a negro. En un abrir y cerrar de ojos.

Difícil situación para su familia asumir la nueva realidad. Complicado de entender para él por qué no había terminado su plan como él esperaba. Y el resto de protagonistas de la historia que voy a dejar a un lado para centrarme.

¿Qué nos lleva a esos límites? ¿Por qué el intento? ¿Buscar esas preguntas que nos hagan ver algo que se nos ha escapado? ¿Qué nos provoca esa profunda tristeza, depresión, ansiedad y autodestrucción cuando nos hacen daño?

Cuando le he acompañado a la puerta y lo he visto tirando de la silla de ruedas, alejándose por el pasillo, casi sin darme cuenta, he dejado la mente en blanco.

Y sí, he pensado en mí. En las veces que me han podido hacer daño, en esos momentos que crees que todo va bien pero no. En los cambios que da la vida, en los giros inesperados, en las sorpresas y las pesadillas que nos metemos a veces por nuestro incesante empeño de hacer las cosas a nuestra manera.

A todos nos han roto el corazón alguna vez. Nos han provocado un boquete en la autoestima. Incluso nos han rechazado. Todos nos hacemos expectativas e imaginamos nuestra vida al lado de alguien y al final por cualquier motivo, esos sueños se desvanecen.

Los hay que pasan pronto página y quienes necesitan su periodo de duelo. Pero existe un grupo de personas que deciden parar. Dejarlo todo. Y marcharse, sin pensar en las consecuencias que tal decisión provoca en ellos/as y en la familia y las personas que les rodean.

Que no duela el amor. Salir a abrazarnos y que nos recompongan las fisuras que otros han provocado. Aparentar entereza cuando estamos rotos por dentro. Correr y que sea para estamparnos con una realidad que no queremos ver. Sentir y que sea de verdad. Dar un beso y que sea correspondido. Llamar y que al otro lado alguien descuelgue con una sonrisa que traspase la pantalla. Huir y que sea a algún lugar mejor.

La vida pasa tan rápido que ya no podemos echar la vista atrás. Que sí. Que quiero. Para toda la vida. Cada día. Y una canción de fondo. Pasear y sentir el viento de cara. No arrancar las hojas del calendario, ni tachar los días en rojo. Simplemente cerrar los ojos al terminar el día y sentir que sí, que has vivido.

Por todos esos días que nos cambian. Y por los que cambiamos nosotros.

Nos leemos en breve. Con amor, esperanza y una sonrisa,

I.

Cuando el amor nos provoca la autodestrucción

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