Giros Inesperados

Giros Inesperdos

«Entre lo que piensas tú de ti
y lo que piensan los demás,
hay sutiles diferencias, en ocasiones;
insalvables abismos casi siempre.»
Karmelo Iribarren

El calor. El cálido abrigo de un verano que asoma a la vuelta de la esquina. No sabemos si con intención de quedarse unos días y marcharse para volver con más fuerza. O si se quedará rezagado estos meses estivales. Lo cierto es que al final, como siempre sucede en la vida, pasará o se quedará. Pero lo que siempre está claro es que queramos o no, lo sentiremos volver.

Cuando una hace sus propósitos de año nuevo siempre piensa en cosas que quiere cumplir. Algo así como sueños, anhelos o intenciones que, generalmente, dependen de una. Sin embargo, por más empeño, ganas, tiempo o dedicación que le dediquemos, hay (habrá) factores que no dependan de nosotras y que por ende, no podemos manejar. Y a mitad de año, justo cuando toca hacer balance nos damos cuenta de cómo han cambiado. Demasiado. Sin esperarlo. Sin planearlo.

Todo camino empieza por un paso. Y en este transitar de la vida, con señales (las que vemos y las que no queremos ver), con advertencias o incluso con algo de spoilers que nos hacen, provocan que tengamos que dar un volantazo y hagamos (o nos hagan) hacer giros inesperados.

Giros que marean. Que desestabilizan. De esos que provocan vértigos. Porque no lo has hecho tú sino que te han empujado a coger el volante y evitar salirte de una carretera que te llevaba camino al abismo. Y eso siempre aterra. Porque el volantazo no es deseado, no es la carretera por la que creíamos ir. Y tampoco es el destino al que soñamos llegar.

La vida, siempre presenta su cara pero también su cruz. Y en cada lado siempre muestra su enseñanza. De nosotras depende aprender o desaprender. Entender que no podemos borrar las heridas que otros marcan sobre las personas que queremos (o queríamos). Saber que no siempre podemos hacernos responsables de las decisiones que otros toman. Pero sí de cómo empezamos a ver ese nuevo camino que toca transitar.

Porque no se trata de tener una vida bohemia o estructurada en una disciplina férrea. Se trata de aceptar que cada una actúa según sus circunstancias. Es comprender que hay personas que al final te acompañan en un trayecto determinado de la vida y no todo el viaje. Quizás suben en esta estación y se bajan en la siguiente. O los invitas a marcharse en la próxima.

Esos giros inesperados nos pillan a veces sin la maleta hecha. Con lo puesto. Y es ahí cuando te das cuenta de que no hace falta acumular tanto, que puedes vivir con menos material de lo que nos hacen creer. Aunque se pueda recuperar después. Es quizás cuando te toca hacer cambio de armario cuando empiezas a sacar lo que ni te acordabas que tenías.

Unir letras a veces ayuda a sumar momentos de calma. Y sumar siempre es mejor que restar o dividir. Esas matemáticas de la vida que nos enseñan de pequeñas y que conforme crecemos nos damos cuenta de que tienen su sentido en el día a día. Multiplicar los buenos recuerdos para contrarrestar los que nos han llevado a un vértice del que en ese instante vemos difícil solución. Momentos elevados a la enésima potencia. Amar infinito. Resolver ecuaciones donde la incógnita sigue escondida en su búnker sin dar señales de vida. Donde esa X puede ser todo y nada a la vez. Darle el significado que finalmente otros decidan.

Pero miramos al cielo. Esa otra carretera estelar que guía a marineros, navegantes, buscadores de tesoros… Y quizás ahí encontramos respuestas. O simplemente consuelo. O quizás el silencio de quien necesita volver a escucharse.

Porque el ruido a muchos les calla los fantasmas que viven encerrados en las cabezas, porque aunque su identidad la sepan, realmente no saben quiénes son. Como los que se enfundan un traje de superhéroe de azul, pero que al llegar a casa y colgarlo en la percha no son capaces de sosegar los monstruos que viven en su cabeza. Porque al final, puedes tender la mano a quien está al filo del precipicio, pero no puedes permitir que te arrastren si deciden caer en picado.

Y por todo ello hay veces que es necesario volver. A leer. A escribir. Pasear por la sombra de los árboles. Compartir un café con una amiga. Mandar audios de más de diez minutos que usas como un programa de radio mientras te echas la crema en la cara. Reordenar apuntes después de los exámenes. Apuntarte a nuevas actividades. Reorganizar tu tiempo con cada minuto y segundo, dejando espacio a la improvisación. Equilibrar la mente y aquietar las emociones. Sentir que puedes volver a coger una brújula que marque el norte. Con ambas manos. Con una de ellas, directa al corazón.

Los giros inesperados. Inesperados cambios. Esperemos, siempre, para mejor.

Con amor, porque lo que sale del corazón, al corazón llega,

I.

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