Ser, del verbo libre

ser, del verbo libre

«Te estoy esperando, estoy esperando la calma de la noche,
estoy esperando nuestro tiempo, la luz oblicua, esta pausa entre el día y la noche.
La paz vendrá, seguramente. Pero no puedo imaginar otra paz…»
Albert Camus.

Justo hace cuatro meses publiqué el último post. Cinco días después de esa publicación di a luz a mi hija. Todo lo que me habían comentado, lo que había leído y escuchado fue muy diferente a lo que me encontré, como suele pasar la mayoría de las veces.

Un encuentro mágico, rápido, natural. Una espera paciente y donde el control sobre el cuerpo me dejaba espacio para mi alma tranquila, en calma, serena. Un encuentro que recuerdo como si fuera ayer pero que sin duda, volvería a repetir.

Y es que nos encontramos muchas veces en una trinchera donde la propia guerra la hemos hecho nosotros mismos. Nos sentimos en territorio hostil, sin fuerzas para decidir. Dejándonos llevar por los temores que otros llevan encima. Nos escondemos de las palabras que otros nos lanzan con escudos invisibles pero que pesan.

Siempre nos están amenazando. Nos infunden miedo para que no vivamos en libertad. Nos provocan necesidades irreales para que luego nos adviertan de que nos lo pueden arrebatar. Nos hacen adictos a la sociedad tan inhumana, tan alejada de lo natural, de lo que es vivir. Y nos lanzan al abismo desnudos de esperanzas y de oportunidades.

Quiéreme libre. Déjame ser. Con mis espacios vacíos. Con mis dudas inciertas. Déjame libertad para equivocarme y para abrazar el miedo y el desconcierto que provoca vivir día a día en una sociedad que se va deshumanizando a pasos de gigantes mientras nosotras, diminutas, nos alzamos en voz en alto contra quienes quieren silenciar nuestro himno.

Ser, del verbo libre. Porque ya nos encerramos en la noche, cuando todos duermen, cuando los sueños rotos quedan en pausa, cuando tenemos que sacar horas al día de un reloj que siempre va en nuestra contra. Libres porque ser, ya somos suficientemente fuertes para darnos cuenta de que no hace falta ir con una espada para que nos coloquen contra la pared, acorralando nuestra perspectiva diferente hacia un porvenir sin rumbo.

Todos sabemos que no hay quien pueda imponer cadenas a una mente que se encuentra descansando en otra cama, ahora vacía. Que no podemos aferrarnos a quien tiene zapatillas en sus alas. Que vive con una mochila preparada para marcharse.

Hay suspiros que ayudan a sobrellevar los días a días que noche a noche encadenan momentos. Irrepetibles. Únicos. Especiales.

Por eso, sólo quería recordarte que a pesar de que lo que digan, que te adviertan, te avisen o comenten, tu sabrás si te aferras cual superviviente en el último suspiro o te impulsa a dejarte llevar y comprobar de primera mano que eres tú, con la forma en cómo te hablas la que haces de ti una esclava o una diosa.

La vida cambia. Nos cambia. Es ley de vida. Y qué vida esta…

Nos leemos en breve. Con amor,

I.

Please follow and like us:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social Share Buttons and Icons powered by Ultimatelysocial