«La vida está hecha de días que no significan nada
y de momentos que significan todo”.
Cristina Peri Rossi
¿Cuántas veces te has dicho de hacer algo mañana? ¿Te has prometido que cuando termines algo harás ese viaje, leerás ese libro o te apuntarás a aprender ese idioma que tanto quieres? ¿Alguna vez has dejado cosas por hacer de las que realmente querías porque te faltaba tiempo o no era el momento ideal?
Se nos pasa la vida posponiendo. Posponemos la alarma para quedarnos cinco minutos más en la cama. Posponemos ese café porque no hace el mejor día, o porque no nos cuadra con el ritmo de vida que llevamos. Y también posponemos ese mensaje o esa llamada porque al final, se nos pasa.
Posponer es no vivir. Porque la vida sigue su curso. Transcurre sin esperar a nada ni a nadie. Las estaciones van pasando y el corazón sigue latiendo a la velocidad que marcan las emociones, los acontecimientos y el tic-tac del reloj.
Nos pasa que a veces dejamos las cosas para un momento mejor, pensando que este no lo es. Creemos que en un futuro no muy lejano, o cuando alcancemos esa meta que nos hemos propuesto, conseguiremos hacer esa tarea, ese viaje, ese curso o cualquier otro «pendiente» de nuestra lista. Pero lo cierto es que cuando posponemos tanto desconocemos si finalmente llegaremos a conseguirlo.
Lo cierto es que incluso se nos olvida con esa idea de posponer que estamos en este instante del aquí y ahora. Como si no estuviéramos en ningún tiempo. Como si nos sacaran de donde nos encontramos y estuviéramos en ninguna parte. Porque quizás aquí no es donde quieres estar. Pero tampoco estás allí porque no has llegado. Y así transcurren nuestros días. Nuestra vida.
En la naturaleza nada se pospone. Ella sigue su curso. Respira a su ritmo. Crece a su antojo. Se deja llevar por el viento y mueve sus ramas hacia los rayos de sol. Nace cuando le corresponde. Muere cuando le llega su momento. Vive en su tiempo presente desconociendo lo que pasará mañana o dentro de un rato. Disfruta de la primavera en su máximo esplendor y se recoge en otoño en la calma de una ausencia.
La vida que no se vive puede que no tenga otra oportunidad. Porque cuando no respiras, te ahogas. Y cuando no estás, no te encuentran.
Posponer es no vivir. Y nadie sabe el tiempo del que dispone. Por eso es mejor no dejar palabras por decir, acciones por hacer y cosas por realizar.
Nos leemos en breve. Con amor,