«Saber lo que tenemos. Lo que necesitamos. Saber de lo que podemos prescindir».
«Revolutionary road»
Querida intuición: sé que existes
Dicen que lo que no se nombra, no existe. Y quizás, ahí radican muchos de los problemas que arrastramos en nuestra vida cotidiana. Posiblemente nos afanamos en poner etiquetas, en aferrarnos a cosas o personas por el simple hecho de pensar que nos pertenecen.
Sin embargo, con el paso de los años y con la experiencia, cuando aprendemos realmente, comprobamos que si no lo sientes, no existe. Por más que queramos adueñarnos (o que se adueñen de algo). No podemos forzar lo que no es. Ni con una llave maestra.
Llevo un tiempo tratando de dar forma a eso que suele pasarnos de forma anticipatoria, como un mensaje adelantado de lo que nos puede suceder: la curiosa y enigmática intuición: esa vocecita interior que nos acompaña (siempre que queramos escucharla) y que nos avisa.
La RAE define la intuición como: Facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento.
¿Cuántas veces no os habéis anticipado o habéis pensado en algo y al poco tiempo ha terminado sucediendo? ¿O cuando te acuerdas mucho de una persona y te la terminas encontrando o tienes noticias de ella?
Nuestro cuerpo y subconsciente percibe mucha información que no llega a nuestro consciente. Personas, peligros, cambios, nos llegan sin que podamos darles una explicación lógica en ocasiones. Se requiere práctica, hacernos más conscientes, conectar más con el entorno para poder aprovechar la información, siempre disponible para quien esté dispuesta a descubrirla.
Al final, te das cuenta de que estamos conectados, que no podemos vivir de forma interdependiente y que en cierto modo dejamos huella vayamos donde vayamos. Desde antes incluso de ver la luz en este mundo y después de irnos.
Al final pienso: ¿Algo se puede entender sin que pase por la cabeza? ¿Hablamos de sentir desde nuestras entrañas? ¿De la parte más visceral y casi primitiva de cada persona?
No es una premonición. Al menos no es como yo lo he sentido o lo he vivido. Y sí, claro que me he equivocado algunas veces. Pero sin embargo, al final, es como esa voz de Pepito Grillo que nos dice antes lo que puede pasarnos. Y cuando aprendes a escucharla, te alegras más de tomar ciertas decisiones.
Podemos escucharla. Incluso callarla y dejarnos llevar. Pero en el fondo, hay algo, que en ocasiones no podemos (o no sabemos) ponerle nombre y con el tiempo te das cuenta de que por alguna razón las cosas fueron así. O no fueron.
Está atardeciendo y el cielo se ha vestido de tonos rosas, violetas y rojos. Os escribo con un té verde y algo de música de fondo. ¡Qué necesario es dedicarnos un ratito para estar a solas y disfrutar de nuestro tiempo! Haced más caso a vuestra intuición.
Os leo en breve. Con amor,
