Catarsis de una mañana de verano

Catarsis de una mañana de verano

«Que te mire.
Y no seas tú.
Y suspire de alivio»
Elvira Sastre.

Catarsis de una mañana de verano

El verano. Sus planes. Tormentas inesperadas. Quedadas improvisadas. Salir tarde y contemplar atardeceres. Vivir la vida a su tiempo olvidando el reloj a un lado.

Mientras escribo está lloviendo. Y la lluvia me hace (re)vivir en otros cuerpos. Porque aunque yo no los invoque de forma particular, cada gota que cae sobre la superficie evoca recuerdos pasados que florecen en modo presente.

Hoy me apetecía escribir sin rumbo fijo. Como cuando te subes al coche, bajas las ventanillas, pones el volumen al máximo y dejas que el viento te lleve donde el corazón te indique. Carreteras en las que las señales no existen o simplemente hacen que te pierdas para aparecer en un mirador mágico que se convierte en tu favorito.

Y es que es maravilloso dejarse llevar. Perder y encontrar. Salir y volver. Aunque ya no seamos los mismos. Aunque el paisaje cambie. En días de lluvia o en de azul tan intenso que necesitas las gafas de sol. Todos con sus matices en la amplia gama de colores. De esos que combinan con todo.

Cerrar los ojos. Abrir las manos. Mirar al cielo. Pisar el suelo y sentir que estás en medio. Catarsis de palabras, de emociones, de sensaciones. Mientras el mundo gira y tú le llevas la contraria. Cabezota, indomable. Todos los adjetivos y que salgan de una boca amiga.

Cuando los días se tuercen siempre hay alguien que se afana en enderezarlos. Lo mismo que esa canción que salta de repente cuando buscabas silencio. Como la oruga que espera quieta en la oscuridad transformarse en mariposa.

Latidos que se acompasan en forma de mecida de olas. Olores que te transportan a un hotel sin maleta. Palabras que resuenan en tu mente en forma de rayo donde todo se calman con una dócil caricia.

Estoy mirando por esta ventana que ya en cierto modo, me pertenece. Me muestra cada día un paisaje diferente con los mismos vecinos. Árboles que dan sombra a las ideas de marcharse sin saber muy bien a dónde. Fotografiando instantes que nos acompañarán siempre aunque no recordemos la fecha.

He dicho que hoy escribo sin rumbo fijo pero me he mentido. El GPS sigue indicando un norte que aunque no lo he perdido, deseo que me acompañe siempre. Como lo hacen las cicatrices. O esas palabras que nunca se dijeron pero que se lanzaron en forma de beso.

Catarsis de una mañana de verano que aunque no lo escribiera Shakespeare, siempre tendrán forma de poema ilustrado, por esas imágenes que capturo días así, en los que quieres decir mucho sin decir nada. Porque las letras enlazadas tejen caminos que calan en lo más profundo de los que aún sabiendo que lo importante son los hechos, se aferraron a la coma de cada reglón prometido.

No. No uséis las palabras en vano. Hay poetisas camufladas en cada esquina que son capaces de hacer de una historia vulgar un poema del que sólo los artistas se enamoran. Y aquel que esté libre de delito que no se encariñe nunca de un juez que pueda escribir su sentencia en cada poro de piel. No hay peor castigo que llevar tatuado el mejor regalo de una ausencia.

Nos leemos en breve.
Con amor,
I.

Please follow and like us:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social Share Buttons and Icons powered by Ultimatelysocial