Como la Luna y el Sol

Como la Luna y el Sol un te contigo web

Hay un brillo del Sol y otro de la Luna;

uno del fuego y el otro del agua.

Miguel Serbent.

Como la Luna y el Sol un te contigo web

Hay días nublados. Brumosos. Lluviosos. Calurosos. Cortos y largos. De ilusión y de incertidumbre. Risas y lágrimas. De echar de menos, pero también, de echar de más.

En estas dos últimas semanas si de algo he hablado mucho ha sido precisamente de la necesidad de contacto que tenemos los seres humanos. Contacto de piel, de abrazos, de roce, de caricias.

Como si tuviéramos parte del cuerpo dormido y el alma, anestesiada.

Son momentos difíciles para todos en general. Sin embargo, para los que buscan el amor, el sexo, los instantes de intimidad, esa chispa escondida debajo de las máscaras con las que debemos taparnos, lo está siendo de una forma más particular. ¿Cómo vamos a tener vida social si nos obligan a distanciarnos?

Unos lo llaman amor. Otros lo llaman sexo. Unos lo llaman necesidad y otros, simplemente, lo llaman soledad aunque le pongan otro nombre. Da igual. Son huecos, que necesitan ser llenados de algún modo con algo de compañía, con un beso que nos haga encontrarnos en este mundo perdido. Una palabra que nos roce la nuca mientras miramos el atardecer sobre una ciudad que se despereza lentamente. El éxtasis en una cama vacía de sentimientos pero llena de recuerdos de quienes la visitaron de puntillas.

Da igual la etiqueta porque aquí, es el sentimiento, es el latir. Es estar vivos o morir esperando. Y nadie quiere la incertidumbre cuando nos han recordado que estamos aquí de paso y que hemos consumido la mitad de nuestra vida buscando el sentido de la otra mitad.

Mientras una parte deambula esperando encontrar la mecha que les prenda, la naranja que les endulce la vida; hay quienes viven sus días encerrados entre cuatro paredes, en una dicotomía entre el “debe” y el “quiere”.

Viven en la tierra de nadie. Entre paréntesis. Sube la marea y bajan las ganas. Baja la intención y suben los mensajes. Suspiran por alguien, pero se paran en seco cuando tienen la mínima posibilidad. Se lanzan a la piscina pero con bote salvavidas.

Es como la relación que mantienen el sol y la luna. El astro rey siempre imponente deslumbrando, dando calor. Y la diosa misteriosa, con sus fases, sus ciclos, en la penumbra, observando al resto. El uno y la otra saben que existen. Eclipses si, pero nunca se llegan a tocar. Parecen vivir condenados a buscarse y no encontrarse.

Hay muchas letras, tantas como canciones podemos dedicarnos. Tantos mensajes como receptores tenga la indirecta. Sutilidad entre líneas, entre cambios de moral, intercambios de suspiros a media noche, besos prestados en cada esquina donde nos vayamos a encontrar.

No es por ti. Nunca lo es. Somos nosotros. Cada cual. En nuestra cama. Hasta las tantas. Entre tantos. Con los “te echo de menos” que apuntan desde mi boca a tu cuerpo. O los veinte minutos que nos separan. Con los dos metros que te distancian de él, aunque estéis a años luz de ser lo que fuisteis.

Mis letras preferidas. Vosotras”. Mis pequeñas aventureras. Mujeres decididas. Mis lunas en busca del eclipse total. Lunas perfectas con sus imperfecciones visibles e invisibles. Fuegos ardientes buscando quien los avive pero también, quien los apague. No os resistáis. Olvidad los miedos y las vendas de prejuicios. Dejad de recordar las caídas y contad las veces que os ponéis en pie.

Nos leemos pronto. Con amor,

I.

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