Cuando necesitas un té contigo

Cuando necesitas un té contigo

«Todo ser humano posee la libertad de cambiar en cada instante».
«El hombre en busca de Sentido», Viktor Frankl

Suena una canción de fondo. No es cualquiera. Sabes perfectamente qué significa, qué te transmite y cómo te hace sentir. Cualquiera que la escuche podría pensar que ha sido una elección al azar, pero tú sabes que esas cosas, cuando hablamos de tí, no surgen así como así.

Es más de media noche y sólo las almas salvajes, indomables y gobernadas únicamente por el paso del tiempo, los látigos del corazón y el ruido de unos tacones rojos empiezan su auténtica, verdadera y excitante vida. El humo del cigarrillo se esfuma camino a unos pensamientos que huyen de la realidad: cruel, incierta y contínua.

Podrian decirte que eres predecible, que se te ve venir aunque estés deseando marcharte. Te mirarán pensando que ya te conocen. Y entonces, sonrerirás, les harás creer que han vencido y marcharás dejando una estela del perfume que te pones para esas ocasiones.

La calle, esa escuela que golpea sin avisarte por dónde te viene el golpe. La misma que te empapa los días de lluvia y esboza en tu rostro una inocente sonrisa. Es precisamente ahí donde puedes desfilar con el traje que te hayas puesto, con la corbata apretándote las ideas, la falda enseñando intenciones o la chaqueta que te cambias cuando necesitas una aprobación que no llega por parte de quien deseas.

Nos vestimos con más lentitud que con la que nos desvestimos con el primer desconocido al que entregamos la parte que queremos ser. Salimos a ser cazados con la escopeta escondida entre los pantalones, con las manos dispuestas a golpear al primero que ose a contradecir lo que sabemos que no forma parte de nuestro disfraz.

Y justo en ese pequeño callejón, escondido, tenue, por el que pasan cientos de personas cada día y cada noche, sin pararse a observar, se esconde esa diminuta puerta que invita a entrar, sentarte y disfrutar de un té como si fueras Alicia en el País de las Maravillas.

Abrazo la taza. Móvil en modo avión. Cierro los ojos. Respiro profundamente. Yo. Yo conmigo misma: pensamientos, obras, oraciones. Un templo dedicado en exclusiva a sobrevivir viviendo sin que nadie diga cómo hacerlo. No estoy. Sólo soy.

Cuando necesitas un té contigo, permitiéndote soñar mientras el resto de la gente hace su pedido para llevar. Permaneces inmutable, saboreando la esencia que deja en tu paladar las hojas que la planta ha fabricado para tu deleite. Sin nada de azúcar. Intenso. Como tú.

No huyo de mí. Sólo estoy hablando conmigo.

Nos leemos en breve. Con amor,
I.

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