Sexo, relaciones y primeras veces

Sexo, relaciones y primeras veces

«-Tienes que llevar el fuego. (…)
¿Dónde está? Yo no sé dónde está el fuego.
Sí que lo sabes. Está en tu interior. Siempre ha estado ahí. Yo lo veo».
«La carretera» , Cormac McCarthy

Sexo, relaciones y primeraVolver a nuestros orígenes, a lo que realmente somos, la esencia misma. El néctar que conecta el poder con el deber, el saber con el querer. Y así, simplemente, sin más artificios, máscaras o capas, salir ahí fuera con ganas de comernos el mundo, los miedos, prejuicios y las ideas preconcebidas que los demás puedan tener de nosotros.

He estado echando un vistazo a fotografías antiguas, de esas que están impresas sobre un papel, en las que puedes tocar el momento, volver a vivirlo entre esos instantes que ya sabes que no volverán porque ya forman parte de un pasado al que es imposible volver.

Creo que tenía sobre unos dieciséis años cuando me enamoré perdidamente de él. Quizás no me enamoré, pero en ese momento creía que todos esos síntomas eran inevitablemente la consecuencia de ello. Sentir que cuando estaba cerca de él el corazón se me aceleraba, las excusas para hablarle o mandarle un sms sin sentido alguno pero con toda la intención. Más de quince años desde aquella fotografía en la que la vestimenta se aleja mucho del estilo actual, pero ahí estábamos los cuatro, con las pintas más propias de una obra de teatro, de esas que hacíamos los fines de semana.

Y la casualidad de la vida hizo que me cruzara con él en el puente, yo con mis bolsas y la agenda en la mano y él con sus dos críos.

La vida, casi siempre, no es como la planeamos. No se trata de etapas por cumplir, sino de instantes por vivir en los que partiremos el corazón y en los que tendremos que unirlos con un extra de amor propio. Otras veces se enamorarán de tu sombra y nunca conquistarán ese músculo que asintomático late al son de las agujas del reloj.

Nos cruzamos con muchas personas a lo largo de nuestra existencia. Relaciones que nos abren los ojos a lo que realmente no queremos volver a vivir nunca más y otras que nos dejan un tatuaje imposible de borrar pero que pasa desapercibido con el paso del tiempo.

Entre todas esas letras que han ido pasando por nuestra cama o por las que hemos ido pasando nosotras siempre tendremos a aquella persona que provocó huracanes en medio de una tempestad de calma, la que nos hizo volar tan lejos que perdimos el norte. Con los que solo cruzamos unas cuantas palabras a modo de secretos de media noche entre unas sábanas que sólo cubrían nuestros deseos más tórridos. Idas, venidas y salidas para adentrarnos en un mundo del que en ocasiones no quieres salir.

Tratar de poner compuertas a los salvajes de corazón, domesticar a la bestia que se instaló hace muchos años en las entrañas de cada ser y que de vez en cuando asoma tímidamente por entre los rincones de nuestros poros cuando le susurran al odio que no hay nadie a la vista.

La primera vez sólo te parten el corazón. Las siguientes veces solo son rasguños. Tener asegurado a todo riesgo una relación es tratar de morir subidos a una colchoneta inflable en mitad del océano: sólo podemos ir donde las olas quieran llevarnos.

Sentir o no sentir: ahí reside la obsesión. Ser. Aparentar. Fingir. Y desnudarnos con el primer desconocido que se cruza por delante. Olvidar el nombre y ponernos otro. Ya no soy yo sino quien tú prefieras que sea.

Si soplas y pides un deseo, a lo mejor aparezco a tu lado. O justo encima de tu almohada. Si me piensas tres veces delante del espejo, posiblemente, tus manos se encadenen a una historia que será leyenda en unos años. O una fábula.

Somos metáforas de fuego a punto de ebullición. Deseos de furia y silencio provocando el deshielo que otros beberán ante los sedientos caminos de la rutina.
Nos leemos en breve.
Con amor,
I.

Nos leemos en breve. Con amor,
I.
Sexo, relaciones y primeras veces

Sexo, relaciones y primeras veces

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