El arte de acompañar

el arte de acompañar

«Tu vida es lo que has dado».
Giorgos Seferis

Llevo unas cuantas semanas detrás de escribir este post. Quería enfocarlo desde diferentes puntos de vista: personal, profesional… pero no conseguía unir ambas visiones. Y es que muchas veces acompañar es un arte que no siempre se nos da del todo bien.

¡Qué difícil es a veces saber estar cuando nos necesitan!. Prestar apoyo sin entrometernos en las decisiones ajenas. Muchas veces es más la simple presencia que las palabras aunque estas también tengan cierto poder curativo sobre las personas. No siempre es fácil y no siempre acertamos. Pero la intención al menos, ayuda.

Hace un par de semanas mientras estaba trabajando escuchaba la demanda con atención para poder establecer criterios de prioridad a la hora de poder hacer un plan de intervención. Ella manifestaba muchas cosas pero algo en mi interior me daba a entender que aún con todo lo que estaba diciéndome faltaba una pieza que hiciera encajar el puzzle que me estaba presentando.

Y efectivamente la pieza que faltaba era el sentir que aunque todo el mundo a quien había acudido le había mostrado su predisposición de ayudarla, estar a su lado en los momentos de dificultad por los que llevaba pasando unos meses, no había establecido ese nexo o conexión con alguien. Sentía que eran personas ajenas que se preocupaban, que hacían sus funciones bien por obligación o por devoción de ayuda al otro. Faltaba ese sentimiento que no se puede forzar: acompañar desde el corazón, desde la entrega y el cariño.

Pero, ¿Qué es el arte de acompañar? Es estar presente. A veces sin necesidad de estar. Simplemente teniendo la certeza de que esa conexión o vínculo está. Que a pesar de la distancia o del tiempo hay personas con las que sabes que puedes contar. Es ayudar en ocasiones en silencio, con un abrazo o una palabra de aliento.

Acompañar es tener la certeza de que podemos ser sin necesidad de estar. Es la sonrisa que te provocan en los días grises. El mensaje que te anima en el desánimo de la rutina. El café que te proponen después de meses sin veros. La palmadita en la espalda que te anima a seguir o el abrazo que te recompone todas las heridas que se han ido acumulando con el paso de los años.

Aprendemos a vivir viviendo. Y aprendemos a acompañar desde la cercanía de que estando al lado o sin estar, tu presencia está en esencia.

Nos leemos en breve. Con amor,

I.

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