El poder de pertenecer

El poder de pertenecer

«No te niegues a las cosas, y asegúrate de tener siempre algo que no te importe perder.
Eso es importante».
Richard Ford

Por fin vuelvo a mi sitio. Quienes me conocen bien, saben que llevo algo así como unos seis meses de «despacho en despacho», en medio de obras, cambios y nuevos baremos…

Pero si a eso le añadimos el simple hecho de volverte nómada y transitar de un lugar a otro «con lo puesto» la situación se vuelve algo más inestable. Y lo notas a todos los niveles. También el emocional.

Es como tener esa sensación de abrir la puerta y saber que ahí, estás tu.

Reconozco que volver a mi despacho de siempre, cambiado, reformado y mejorado me ha hecho muy feliz. Sigue manteniendo la esencia, sigue siendo igual: el mismo lugar, la misma disposición, la misma luz… Pero en el fondo, al entrar, notas que todo es diferente.

En parte me gusta. Porque de vez en cuando hay que renovar no sólo lo que se ve, sino también lo que somos. Poner un poco de orden, sacar fuera lo que llevamos acumulando dentro durante tanto tiempo.

Si me pongo a pensarlo, no deja de ser un símil con lo que es la vida. ¿Cuántas veces te has mirado al espejo y te ves igual que siempre pero sabes que no eres la misma persona de siempre? ¿O no te reconoces? ¿Incluso los demás te aprecian que has cambiado?

El poder de pertenecer nos reconforta. No deja de ser una necesidad humana. Saber que nos esperan en algún lugar, pero también que formamos parte de ello. Ser y estar. A la vez. Algo así como un botón de encendido y apagado. Ponernos en modo avión (aunque sea para estar tumbada en el sofá de casa leyendo un libro).

Hoy no os escribo desde mi lugar habitual. Lo hago en un ratito de descanso, desde estas cuatro paredes que al final, en cierto modo, se convierten en mi pequeño refugio por unas cuantas horas. Disfrutando de la maravillosa luz que me entra por la ventana a pesar de que el día anda algo nublado. Mirando los edificios que contienen vidas e historias en su interior, ajenas a lo que aquí hago y de las que en cierto modo, formo parte.

En el fondo, pertenecemos donde sabemos que estamos en paz y en calma. Buscamos el refugio en medio de la tormenta, el silencio entre el bullicio, la luz en mitad de las tinieblas. La palabra en medio de la noche. Conexión que provoque chispas. Miradas que abracen y sonrisas que acompañen.

Al final, nuestra pertenencia más preciada es la libertad en la tierra. Los pensamientos erráticos. Los universos que se encierran detrás de cada suspiro, de cada gesto, de cada palabra. Eso que nadie podrá quitarte nunca jamás porque te pertenece. Que ni prestas, ni hipotecas ni heredas. Forma parte de ti. Nace y muere contigo. Cada vez. En cada instante.

Voy a seguir por aquí entre llamadas de teléfono, correos electrónicos e historias varias. Historias de las que formo parte y que en cierto modo también me pertenecen. Porque aunque sólo sea un poquito, somos la suma de todas las personas que pasan por nuestra vida. Y cómo hacemos para cambiar la de quienes nos rodean.

Nos leemos en breve. Con amor.
I.

«Tal vez la felicidad sea esto:
no sentir que debes estar en otro lado,
haciendo otra cosa, siendo alguien más».
Isaac Asimov


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