La vida comienza
te lo juro,
cientos de veces
por primera vez.
Sara Buho
Primeras Veces
¿Os ha pasado que a medida que vais cumpliendo años, necesitáis sentir, disfrutar la paz y la tranquilidad de vivir en calma? Para mí es una condición en mi día a día.
Por eso, me extraño mucho cuando hay personas viviendo en conflictos constantes, aguantando ese caos, ese infierno que muchos ya generan en su interior y esparcen allí por donde van y se encuentran.
Quizás, nos acostumbramos a ello y lo reconocemos como normal. Algo así como cuando te haces tolerante a ciertas sustancias y necesitas una dosis extra para que te provoque el mismo efecto. Sabemos que no les hace ningún bien a su salud, pero forma parte de su vida. Y ya es muy complicado salir de ahí. Sobre todo si no tienes intención de hacerlo.
El otro día, paseando por uno de mis lugares favoritos, me quedé unos minutos sentada en un banco contemplando a quienes pasaban a mi lado o hasta donde mi vista alcanzaba. Y me entristeció el comprobar que prácticamente la totalidad de las personas que veía (excepto alguna que otra persona mayor), estaban con la cabeza agachada mirando la pantalla del móvil.
Es verdad que cuando te acostumbras a la rutina, pasas de largo de aquello que te rodea. Mucho tiene que llamar tu atención, ahora que vivimos rodeados de «sobre estímulos». Sin embargo a pesar de lo que puedas imaginar, nada es igual a ayer. Y será distinto mañana.
Ese día hacía una mañana espectacular, de esos cielos azules intensos, donde algunas nubes pintadas a capricho se dejaban ver a lo lejos. Algún que otro mirlo pasaba de soslayo buscando entre la tierra algo que comer. Las hojas acumuladas a lo largo del camino y un perro feliz, corriendo detrás de una naranja que usaba a modo de pelota.
Ser conscientes y vivir el instante presente. Qué fácil es volvernos espectadores e impregnarnos de lo que realmente estamos haciendo. Saborear lo que nos rodea y tener calidad en los encuentros. Os recomiendo que lo hagáis con frecuencia. Desconectar para conectarnos.
Conectarnos con nuestra esencia. En el viaje que nos quede por delante. Sintiendo que no somos simples espectadores viendo los días pasar. Que también formamos parte del ciclo de la vida, creando una simbiosis con nuestro alrededor.
Siempre podemos empezar de nuevo otra vez. Tras una caída. Después de un abrazo. En un cruce de miradas. Entre palabras perdidas que se encuentran de casualidad en un mismo camino. Acumulando atardeceres. Desnudando las capas bajo las que nos resguardamos del frío inhóspito porque se acerca la primavera.
Y de repente alguien provoca incendios con una simple caricia. Sin necesidad de decirte nada, en una mirada te lo dice todo. Tras un beso robado te pide un rescate que vale unos cuantos más después. Las despedidas se hacen infinitas. Las sonrisas se vuelven contraseñas para entrar en recónditos lugares que cerraste bajo llave.
Los chalecos antibalas dejan traspasar las palabras. Que sí, la mejor defensa, es un abrazo por la espalda. El mejor juez, el tiempo. En forma de verbo. Acciones varias.
Así. Tal cual. No hay más, señoría.
Porque quiero muchas nuevas primeras veces.
Y me apetecen.
Contigo.
Nos leemos en breve!
Primeras Veces