El poder de una gota

El poder de una gota

«Hay esperanza para todos.
Eso es lo que hace girar al mundo».
Paul Auster

¿Cómo puedes llegar a querer a alguien cuando aún, estás aprendiendo a quererte a ti?

Esa fue la gran pregunta que llegué a hacerme anoche.

Como una encrucijada, tratando de responderme, lanzándome de una contestación a una nueva cuestión, sentí que quizás no todo el mundo está (estamos) preparados para amar, porque posiblemente, sean esos vacíos, los que tratamos de ocultar con un abrazo prestado una tarde de domingo.

Los días siguen pasando y nuestro reloj trata de hacernos más amena la espera. Una inmersión que nos provoca falta de aire en ocasiones. Llevar con dignidad la desilusión por todo lo que nos rodea no es un acto heroico, pero sí de supervivencia.

Aguantamos remando a una dirección que nos cambian cada dos por tres, con la certeza que quizás más pronto que tarde recuperaremos todo eso que ahora tenemos perdido. Cualquiera habría enloquecido presa de una situación que pronto cumplirá su primer aniversario.

Me imagino como gotas a punto de rebosar ese vaso vacío, como últimas oportunidades para salir a flote en medio de una tormenta con días soleados pero también grises y oscuros. Como esa palabra que pone fin a una historia inacabada, la bandera blanca hecha con las sábanas donde anoche nos prometimos amor eterno.

Siempre hay un punto que lo termina todo. Como el poder de una gota que da por hecho que el límite se ha traspasado. La que te avisa de que ya no hay más. Ha esperado paciente, su turno, y ha llegado arrasando con todo.

Decimos lo que en ese instante sentimos, sin importar lo que el otro pueda entender. No puedo saber si te quiero cuando aún soy aprendiza en esto de vivir. ¿ Y quién no se ha traicionado alguna vez? ¿Cuántas veces nos hemos sido infieles traspasando los límites que nos teníamos marcados?

Todos fuimos esa gota una vez. La que a pesar de estar aguantando la lógica de la gravedad, se abandonó al precipicio sin importar las consecuencias. Ese poder que nos alcanza y nos parte en dos cual rayo atormentado.

Hay días. Y días. Donde miras por la ventana y recuerdas. Donde vuelves al pasado y echas de menos. Pero también hay días en los que cierras los ojos e imaginas el futuro. Lo tienes en la punta de tus dedos, acariciándolo con deseo, con ansias, con ilusión de que te alcance, de besarlo cual amante que yace en la parte más sombría de tu cuerpo.

Ahí. Justo donde el tú y el yo se juntan y provocan orgasmos convertidos en nosotros, las preguntas se responden solas.

Una gota que todo lo puede. Todo lo alcanza. Todo lo desata.

Nos leemos la semana que viene. Con amor,

I.

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