En un visto y no visto

en un visto y no visto

“Quitarse la venda y ver que no. Que tú no eras”.

Juan Get.

Podría haber sido, pero no. Al final, como se suele decir, lo que no es para uno, se evapora como ese té que quedó pendiente y que nunca llegó.

Una canción dedicada. Palabras que en su día pudieron tener algún significado. Horas colgados de conversaciones que no tuvieron más fin que consumir esa soledad. Todos sabemos el nombre que tiene, pero ponerle apellidos da más vértigo que asomarse al abismo del precipicio que tu mismo construiste.

Todo fue en un visto y no visto. Como cuando escribes y no te responden porque están ocupados respondiendo a su nueva conquista. O reconquistando el espacio que dejó alguien en ese viejo sofá que aunque hayas vestido de nuevo sigue teniendo el mismo perfume de ella.

Echar la vista atrás puede provocar a veces una puñalada difícil de curar. Las cicatrices tardan en sanar y los hay que se afanan en tapar con una tirita lo que necesita rehabilitación de años. Lo siento. Por lo que se sintió, que no era real. O sí. Pero eso ya forma parte de ese encierro que con el paso de los años, también se olvidará.

No es cuestión de quién sí o de quien no. Da igual si eso se pudo salvar por los pelos. O de llamar amor a lo que fue un encuentro casual vestido de ropa preparada para reciclar. La retórica se nos da muy bien cuando de cambiar de lugar se trata. Los bonos de descuento a veces, también caducan. O son temporales.

El problema no es de quien se cree princesa o del que sigue pensando que los finales felices existen. El problema es de quien vende humo sabiendo que no tiene nada entre manos, del que pone cara de póquer cuando tiene una mala partida que se sigue prolongando demasiados años en su vida.

Es lo que hablábamos el otro día mi amiga L. y yo. Hay que aprender a decir adiós para recibir con una sonrisa a quien esté dispuesto a adentrarse en las ruinas que otros han provocado. Adiós. Cinco letras que vienen como oleadas de un océano embravecido. Si hay que hacerlo, cuanto antes, mejor.

En ese mar hay tantos peces, aprendices de sirenas, tiburones que asustan pero no muerden, reliquias perdidas en asaltos a naufragios que buscaban su tesoro, pececitos pequeños esperando que un pez grande se los trague y peces normales de diferentes colores y formas. Todo depende de quién esté dispuesto a pescar hoy y cómo se porte la mar.

No nos martiricemos. Suelta. Olvida que estuvo y no recuerdes sólo lo que fue porque ya no. Y deséale mucha suerte porque seguro, la va a necesitar. Es poco probable que le toque la lotería dos veces 😉

Brindemos. Porque la amistad es la cura que cualquier persona necesita. Por las risas que no tienen fin porque son el principio de todo. Y también por esas conversaciones hasta la madrugada cargadas de sonrisas que aunque no veamos, traspasan la pantalla. Por los hombros que aparecen de repente, las manos que se cogen para no soltarse y los paseos que se dan para no volver.

Todos hemos empezado alguna vez un tímido «Hola» que contenía en su interior toda una historia dispuesta a ser vivida.

Voy preparando el té. ¿Vienes?

Nos leemos en breve.

Con amor,

I.

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