Que el principio del mundo nos pille bailando

Que el principio del mundo nos pille bailando

«La vida se nos da vacía. Tenemos que inventar la parte feliz»

Richard Ford

Hoy me he despertado con una gran sonrisa y no sólo porque sea viernes. Llega un momento en el que te das cuenta de que no es el día de la semana sino lo que hagas con él. Hay lunes que se convierten en sábados y domingos que se vuelven un atardecer de miércoles. Así de relativo es todo.

Una vez, en un letrero en un puente leí: «Que nadie hable mal del día hasta que la noche llegue. He visto mañanas tristes tener noches alegres». Pues sí, en parte, en medio de esta incertidumbre de vida que nos ha tocado vivir, sentimos montañas rusas a cada instante en lo que nos rodea. ¿Eres de disfrutar las aventuras? ¿O eres de inventarlas?

Buscamos las sonrisas detrás de la máscara que nos protege del mundo de fuera, la felicidad en medio de la rutina de cada día, los momentos por compartir entre agendas con algún tachón y cambios de última hora. Echar de menos poder planificar coger un destino y plantarte en algún lugar del mapa. Cerrar los ojos y mirar sin miedo. Salir ahí fuera y no tener que guardar la distancia de seguridad que romperíamos a martillazos más de una vez.

Al final los días pasan y todo permanece en su lugar. Pero, ¿y lo que llega? ¿lo que aparece de repente? Como el mes de Agosto que ya se asoma por la vuelta de la esquina con ganas. Si pudieras pedir un deseo… ¿a dónde te dirigirías?

La vida es un lienzo en blanco que vamos dibujando poco a poco, con sus borrones, sus fechas resaltadas en rojo, con algún garabato y nombres a vuelta de página. Escritos que se redactan de noche a la luz de las estrellas, en una cama cuyos vértices nos convierten en náufragos de canciones que dedicaríamos. Bailes que hay que empezar a aprender, sueños que deberíamos cumplir. Todo es lo que hagamos y la actitud que tengamos frente a ello.

Componer una canción y que te la reciten un día cualquiera. Escribir una carta y entregarla en mano antes de despedirse sin ganas. Abrazar tan fuerte que sólo veamos el brillo de los ojos a nuestras espaldas. Escaparse a cualquier esquina porque no es el dónde, sino el con quién.

Al final se trata de aprender a improvisar, a disfrutar la vida sin ir de puntillas, de sonreír en los días blancos, negros y grises. Pintar de colores los silencios que se quedaron por decir, conversar sin una idea concreta pero escuchando con atención. Sentir que aunque no sepamos absolutamente nada de lo que no queda por vivir de ahora en adelante, cada vez que respiramos lo hacemos a pleno pulmón.

Nos rodea un mundo donde la poesía hay que inventarla con sus puntos y comas, donde los caminos que se cruzan nos hacen saltar de alegría, parar de repente, cambiar de rumbo, ceder a nuestros deseos o cambiar de sentido. Pero siempre habrá una canción de fondo, un flequillo rebelde, un brindis doble, el punto de encuentro.

Da igual el día en el que estamos, los que hayan pasado y los que están por venir. Que el principio del mundo nos pille bailando. Porque hay palabras que forman frases que al mismo tiempo, lo esconden todo.

Nos leemos en breve. Con amor,

I.

Que el principio del mundo nos pille bailando

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