«Hay momentos de soledad en que el corazón reconoce,
atónito, que no ama».
Vicente Aleixandre
Hablando en voz alta
Hay cosas que simplemente, suceden. Da igual el día, el momento, la persona. Pasan y nos cambian. Causalidada. Casualidad. El mundo girando en su estado más puro, esencia de la vida.
Han pasado exactamente unos cinco minutos y ello me ha invitado a sentarme de repente aquí y escribir. Estaba eligiendo la ropa que me iba a poner mañana y al sacar los pantalones he comprobado que hay cosas que aunque creamos que ya no forman parte de nuestra vida, irremediablemente, siguen estando.
Da igual el tiempo que haya pasado, o que creas que es el suficiente o necesario. Hay una especie de flash que nos retrotae a ese segundo de nuestra existencia, a ese sofá, a esa persona y lo que en ese instante significaba. Lo que se había construido antes y lo que podría destruirse después.
Justo después, esa canción. Es curioso cómo algo que así, a simple vista podría no tener nada que ver con nosotros, ya, queda ahí en nuestro recuerdo, sin esperar que para la otra persona signifique lo mismo. Así es este juego: unos viven pasando y otros, volando.
Es como si fuéramos escribiendo una historia entre todos, siendo cada uno el protagonista de lo que vamos haciendo o dejando por hacer. Unos con mayor intensidad que otros. Pero lo cierto es que, en un abrir y cerrar de ojos aunque no lo deseemos, el universo recoge todo lo que decimos.
No hay historia que se quede a medias. Toda empieza de una forma peculiar y va transcurriendo hasta que le llega su final. Sin embargo, los hay que desean precipiar ese instante de forma inminente y los que se afanan en alargar la agonía hasta que uno de los dos muere.
Mensajes, caricias, pelusas y palabras que se pegan a nuestro ser de una forma tan misteriosa que dan para varios capítulos. Y yo, simplemente me entretengo en ir como una costurera, cosiendo historias una a una.
La noche. Un día. Una mentira disfrazada de piedad. Un miedo disfrazado de amor. Aventuras superpuestas en un mapa trazado en una hoja en sucio. Tu perfil en mi perfil y tu mano sobre la otra. Su mensaje en otro teléfono y su deseo en una idea social. Ella huyendo de ti y él queriendo tropezar contigo.
No somos ni el gato ni el ratón. Simplemente somos almas ingobernables detrás de un café solo en busca de la compañía perfecta que nunca lo será. Somos esa teoría que en la práctica no se nos da tan bien. También somos los susurros que le decimos a la almohada antes de cerrar los ojos o el deseo que pedimos al apagar la vela.
Eres lo mismo que eras, pero sin ella. Soy, totalmente diferente por fuera a lo que creíste conocer, aunque por dentro mi esencia siga siendo prácticamente la misma.
Todo esto para decir que me acordé de ti. Bueno, realmente hay días que me pregunto si escuchas lo que puedo decir, porque pensar es fácil. Podría ser verdad, y seguro que te gustaría, aunque a mí, no.
Hay situaciones que están condenadas a no ser. Contraseñas que se comparten porque lo que verdaderamente se oculta no está a la vista de cualquiera. Como dice ella: “si tengo que elegir a alguno de los dos, prefiero a ninguno”. Y a ella ya sabes que le gusta dedicar canciones a escondidas.
Esto ya me sabe a final. Pero no a esos que quieres dejar otra temporada más por si algo cambia. No a esos que dejas en puntos suspensivos por si un milagro revierte una historia tan peculiar. Es un final concluso, con sus grandes letras que te dice que ya no hay vuelta atrás.
Ella ya lo sabe. Nos hemos hecho amigas. Tu nunca lo sabrás. Hay suspiros que traspasan calles y abren puertas. Hay rizos que se alisan y barbas que se cortan. Gatos que se escapan y y flores que se secan. Puertas que se abren y corazones que se cierran. Hombros que se apartan y hombres que se acercan.
Sólo ha sido una reflexión en una noche concreta. Da igual cuándo leas esto. Posiblemente sepas que esta historia, no era cierta.
Nos leemos en breve. Con amor,
Hablando en voz alta
