Hay que salir a vivir.

Hay que salir a vivir.

La lógica te llevará de A a B,
pero la imaginación te llevará a cualquier parte.
Albert Einstein.

Hay que salir a vivir.

El otro día, hablando con una compañera, me comentó que había momentos en los que se notaba enjaulada y llegaba a sentir pena de sí misma porque quería salir de esa situación pero no encontraba la manera. Aunque tras un rato de conversación más, dijo realmente la verdad: «sí que sé cómo salir de este pozo en el que me he metido, pero es que no sé por dónde empezar. Y tampoco siento que tenga muchas fuerzas para ello».

¿Cuántas veces nos hemos visto así? ¡Qué fácil nos resulta encontrar la salida a los pozos de los demás y que complicado cuando somos nosotras las que estamos ahí!

Y es que tenemos palabras preparadas para dar soluciones a los demás, volvernos expertas en algo que quizás no hemos vivido nunca e incluso nos atrevemos a dar consejos, pero en el fondo, solo estamos hablando con alguien que quizás, lo único que necesita es un empujón para dar el paso. Desahogarse es precisamente echar fuera lo que creemos que nos corta la respiración.

Porque a andar se aprende cuando te caes y te levantas. Sin embargo, parece que se nos ha olvidado. Y el primer paso (como esa última gota) sólo viene a decirnos que se puede ir más allá. Al final es solo cuestión de actitud. Pero si en esos pasos alguien nos anima, nos incita a seguir, el aprendizaje se hace mucho más llevadero.

Dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver. Pero, ¿Cómo le podemos explicar a alguien que no es consciente de dónde está, lo que es un precipicio? Algo así sucede cuando tratamos, de buena voluntad, de decirle a alguien cómo debe hacer las cosas, de lo fácil y sencillo que es cortar de raíz esa relación, hacer ese cambio de trabajo o mudarte a otro país con otro idioma y costumbres.

No es que no seamos empáticos sino que no podemos meternos debajo de la piel de quien sufre una situación, está enfrentándose a un gran cambio o necesita ayuda para salir de donde se encuentra. Las reacciones deben ir acompañadas de acciones. Eso es así siempre.

A mi compañera le dije que la llave de esa jaula la tenía ella. Se había dado cuenta de que no era feliz y sentía flaqueza para tomar la determinación. ¿Pero a quién no le asusta cambiar? ¿No dice el refranero popular que más vale malo conocido que malo por conocer?

Si nos paramos a pensar por un momento en lo que nos queda de vida, en cómo si miramos atrás hemos conseguido saltear obstáculos y situaciones que nos han llevado al punto en el que nos encontramos hoy, quizás encontremos la motivación que nos falta o el empujón para dar ese salto.

Hay que salir a vivir. Como quien sabe que está en este partido sin saber muy bien en qué momento pitarán final del encuentro. Pararnos a pensar lo justo y vivir tratando de no cometer demasiadas faltas a quienes pasan por nuestro lado. Disfrutar de lo que nos rodea y sentir el cariño de quienes están ahí en las buenas y en las malas.

¿Habrá momentos difíciles, duros y complicados? Desde luego. ¿Tendremos ganas de tirar la toalla y sentir que no vamos a poder cambiar(nos)(lo)? Posiblemente.

«Cuando quiero tranquilizarme me refugio en el futuro: dentro de diez años me voy a reír de todo esto». » Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación», Ricardo Piglia

Nos leemos en breve. Con amor,

I.

Hay que salir a vivir.

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