«Si existe la libertad entonces no puede existir el destino,
por lo tanto, nosotros mismos somos nuestro propio destino».
Imre Kertész
Quizás disfrutaríamos más de la vida si fuéramos conscientes de que todo se termina. Y también haríamos más relativas ciertas cosas en nuestro día a día, priorizando en lo que realmente es importante.
No es fácil sentarse todos los días y escuchar ciertas cosas en mi trabajo. Como que te diga alguien, que no llega a cincuenta años, que le quedan días de vida, que está en cuidados paliativos y que está esperando que le llegue «ese momento».
Da para pensar. Tener a alguien enfrente que de repente (porque tampoco le han dado otra opción) sus planes, sus ideas, incluso esos problemas que imaginaba que no tendrían solución o que le quitaron horas de sueño, ahora se volatilizan. Ya ve el cronómetro con los números en rojo.
Ahora, ya sabes que «ese instante» en el que no pensamos o creíamos que estaba tan lejano: ¿Qué esperar entonces? ¿Es ahora cuando te replanteas cómo hacer las cosas? ¿Cómo organizar tu tiempo?
Estoy más que acostumbrada a escuchar todas esas situaciones en las que la vida nos pone los pies en la tierra y nos trastoca. Pero esta vez lo ha hecho de una forma más consciente.
Si realmente viviéramos la vida sabiendo que se termina, que no estamos aquí eternamente, disfrutaríamos más, nos enfadaríamos menos y le daríamos a cada cosa la importancia justa. Haríamos más planes a corto plazo, no postergaríamos para más tarde el ser felices.
La efímera realidad que nos rodea es a lo que nos aferramos cada día. Pensando que saldrá el sol, que todos esos planes que posponemos se harán realidad en algún momento.
Es duro pararse a pensar en ello. Saber que a muchas personas de repente, en cuestión de segundos, les dicen que hay un contador que ya anda en tiempo de descuento.
Yo a ella le pregunté con la mayor profesionalidad posible sobre cómo lo llevaba y qué tenía pensado hacer hasta «ese momento». Y su respuesta no pudo ser más simple pero a la vez más llena de significado: vivir.
Vivir. Hay veces que no sabemos muy bien cómo hacerlo. Nos enfadamos porque esos planes y ese cronograma que habíamos establecido no salió (al menos por el momento) como queríamos. Y andamos improvisando, con los días altos y bajos. Con sus momentos de luz y oscuridad.
Encajar ese golpe no debe ser nada sencillo. Es más, me atrevería a decir que te deja fuera de onda y orbitando en un lugar fuera de ti, haciéndote muchas preguntas.
Lo cierto es que a día de hoy, al menos, seguimos viviendo la efímera realidad que nos rodea, ajenos a lo que será. Siendo conscientes de que no podemos manejarlo todo, ni controlar lo que pasará.
Vivir es un asunto urgente. Todo lo demás, puede esperar. Disfrutad del finde,
Nos leemos en breve,