La felicidad es un té conmigo

La felicidad es un té conmigo

«La felicidad es cuando lo que piensas,
lo que dices y lo que haces
están en armonía».
Mahatma Gandhi

La felicidad es un té conmigo

Hoy os escribo desde aquí, mi pequeño refugio, con la ventana abierta, olor a petricor y ganas de lluvia. Siempre he sido partidaria de allá donde esté, tratar de ser feliz y hacer que cualquier persona que se topara conmigo, se fuera con un poquito más de luz de la que ya traía.

El otro día, hablando con mi amigo Víctor, estuvimos debatiendo sobre cómo la vida nos cambia de repente. Por nuestros trabajos estamos demasiado acostumbrados a ver historias complejas, diversas e incluso trágicas. Y es ante ello, ante la adversidad, cuando compruebas que dependiendo de la actitud que tomes ante, enfocas las cosas.

Realmente el miércoles por la mañana tuve un caso de esos en los que a pesar de los años, la experiencia y que «se ven muchas cosas», me dejó lo que se suele decir con mal cuerpo.

Pero si me tengo que quedar con algo no es con la situación de salud en la que se encontraba la niña sino la fortaleza con la que se enfrentaba la madre a todo. La actitud que tenía.

Porque creo que no es fácil que te digan que tu hija puede morir en cualquier momento en una crisis de las que le dan con frecuencia a causa de un fallo cerebral. Ni tampoco enfrentarse a ello y pensar que «ese» puede ser el momento del trágico desenlace. Porque aunque ya estés hecha, no es lo mismo que te lo cuenten a vivirlo.

La madre sin embargo, a pesar de las múltiples dificultades que encontraba en su día a día, de los sacrificios y esfuerzos que estaba realizando para tratar que su hija viviera con la mejor calidad de vida durante el tiempo que así fuera, sentía un profundo agradecimiento por poder pasar casi 18 años con ella, más cuando los médicos le dijeron que dudaban que sobreviviera más allá de los 12 años.

Sin duda ha sido un trabajo lleno de esfuerzo, de mentalización, concienciación y muchas reflexiones. Y seguro que hay momentos de debilidad, de tristeza y de cuestionamientos varios. De esos en los que miras lo que tienes delante y no sabes muy bien qué hacer ni cómo hacerlo.

Pero ella no se quedó ahí y a pesar de todo sigue levantándose cada mañana con optimismo y alegría por cada día (que considera un regalo a pesar de la situación) al lado de su hija. A pesar de las condiciones.

Y os cuento esto porque la actitud de esta madre (o de cualquier persona cuando se enfrenta a situaciones cotidianas sencillas o muy difíciles) prácticamente lo es todo.

¡Pero cuánto nos cuesta a veces cambiar!, ¿verdad?

Porque es más fácil estar en el lado de la queja, del reproche, del «por qué esto me pasa a mí», «qué mala suerte tengo», y esa larga retaíla de cosas que solemos decir y donde nos solemos quedar. Movernos nos cuesta.

Porque independientemente de que sabemos que hay cosas que directamente vienen como vienen, depende de ti aceptarlas y tomar un actitud ante ello.

No es fácil en absoluto. De hecho, le pregunté a la madre sobre su periodo de transición desde que te dan la noticia hasta que asumes lo que estás viviendo. Porque la noticia le vino de repente. No da tiempo al cuerpo a asumir tanta información y procesarla.

Y aunque ya lo tiene asimilado le costó más trasladar la situación al resto de la familia porque ella sí sabía qué actitud iba a tener, pero no cómo iban a reaccionar los demás. Y eso quizás es lo que más cuesta.

Soy consciente de que mi trabajo me hace ver las cosas con perspectivas diferentes. Y también con una amplitud de miras. Por supuesto también te cambia el prisma con el que te enfrentas al día a día.

No es cuestión de ser más valientes o menos. Ni tampoco de echar la vista a otro lado y negar la realidad. Sin embargo saber transformar (y transformarnos) ante un acontecimiento (que para cada uno será el que corresponda) nos supone un reto.

Pero si algo me ha hecho mi trabajo es sentirme afortunada de tener lo que tengo y también, de lo que no tengo.

Aprendes a vivir la vida con ilusión. Vives el ahora con más consciencia. La felicidad es un té conmigo. Nuevas posibilidades. Encontrar en cada momento qué te aporta y qué puedes aportar tú. Es sonreír a la adversidad porque todo pasa.

La vida es un esta-te conmigo. Un disfrutar de ese sorbo de café recién hecho. De un abrazo de quien hace tiempo que no ves. La conversación donde tratas de arreglar un mundo que se destroza solo. Es que te envíen memes absurdos y reírte porque en el fondo te recuerdan a ti. También es esperar en la cola del supermercado a que te cobre la cajera más lenta del reino. O pararte en mitad del puente a hacer una fotografía al atardecer porque sientes que es «el momento».

La vida es como un reloj de arena. El instante preciso pasa por un momento. Sabemos lo que hemos vivido y recorrido. Pero no lo que nos queda aún. Y por eso hay que respirar profundamente y continuar.

Esos pequeños regalo de la vida. Acostarte con la conciencia tranquila. Ver amanecer desde esta ventana. Que suene en la radio tu canción favorita. Bajar las ventanillas del coche. Alegrarte de vivir.

Nos leemos en breve. Con amor,
I.

La felicidad es un té conmigo

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