«Tú eres lo que amas, no lo que te ama»
Susan Orlean
Palabras para Valientes
«De lo que tengo miedo es de tu miedo», escribió Shakespeare. Y es que hay veces que podemos controlar nuestros miedo, los fantasmas o dudas que nos asaltan en un momento determinado. Pero no podemos hacer lo mismo con las otras personas, de quien te rodeas o quienes tienes delante.
Está claro que somos nuestra propia barrera. Si dudas de que puedes conseguir algo, verás todo tipo de señales para que al final todo parezca que te indica que estás en lo cierto. Del mismo modo que si te empeñas en conseguir algo. Harás todo lo que esté en tu mano para poder alcanzarlo. Somos constantes y hasta tozudos cuando nos empeñamos en algo.
La profecía autocumplida es como una predicción que sabemos que se va a realizar porque en cierto modo, damos los pasos necesarios para que se cumpla. Trabajamos y enfocamos nuestra mente hacia ello. Y sentimos que es posible. Henrry Ford decía: «tanto si crees que puedes, como si crees que no, estás en lo cierto». No se equivocaba. Todo se resumen en la actitud.
Sin embargo, siempre tenemos que tener en cuenta muchas otras variables que no dependen de ti. No podemos (ni debemos) controlar todo. Al final la vida sigue su curso y debemos ser capaces de adaptarnos tanto a lo bueno que aparece pero a lo no tanto.
Las actitudes (o falta de ellas) de otras personas, la forma en la que se comportan y cómo te puede llegar a afectar, termina por interferir en tu vida. De ahí lo importante de rodearse bien, de ver con buenos ojos, y de priorizarnos cuando algo o alguien viene a destabilizarnos.
La vida no es un camino de rosas sin espinas. Y aunque eso ya lo sabemos desde pequeñas, en mi trabajo lo veo cada día. Desde personas que están literalmente en su cuenta atrás y que deciden vivir sus últimos meses de vida de un modo más cercano, humano, relativizando absolutamente todo, pero sin dejar de vivir; hasta personas que por una simple caída y un dolor (que puede llegar a ser muy intenso, no lo vamos a negar), maldicen cada paso que dan y solo hablan en negativo y de desgracias de todo lo que les pasa.
Personas que prácticamente viven de lo poco que les dan unos y otros que se sienten agradecidos por contar con esas personas que son «sus protectores» a quienes se aferran a un clavo ardiendo por no dar su brazo a perder, perdiendo por otro lado a sus seres queridos con actitudes vacías y llenas de rencor y odio.
Está claro que cada persona va a vivir y sentir lo suyo como lo más importante. Y es que en el fondo es esa realidad la que se crean. Pero también es muy importante la forma en la que deseamos que las cosas sucedan. Sin aferrarnos a nada ni a nadie. Dejando que cada cosa ocurra cuando tenga que hacerlo. Sin alterar el orden natural de las cosas.
Del mismo modo que el agua fluye entre los dedos cuando intentas atraparla, la vida fluye y se adapta. Y cuando se estanca, se pudre. Las cosas que nos decimos, de las personas que nos rodeamos también influyen en nuestra historia personal. Lo que te dicen, termina por contaminarnos o por servirnos de impulso. Un gesto amable al final de un mal día puede suponer un maravilloso alivio.
Por eso somos en lo que nos convertimos. Las barreras están en la mente y actuamos con respecto a ellas y nuestras creencias. Conquistar nuestros miedos es la mejor forma de desnudarnos de las etiquetas en las que nos hemos encasillado. No es cuestión de ser o no ser sino de creer.
Necesitamos palabras para valientes. Para quienes no se dejan en un rincón las ganas de vivir. Para esas personas que a pesar de las adversidades siguen su camino porque creen firmemente en ello. Personas que están atravesando un desierto sabiendo que quizás el fin del camino está más cerca de lo deseado. Pero seguirán respirando hasta el último aliento. Para quienes se han convertido en la tormenta de otros y no ven el momento de la calma.
Palabras que al fin y al cabo son el motor de las acciones. La lucha constante de quienes creemos en la causa y ponemos de nuestra parte. De quienes hablamos bonito porque es nuestro estilo de vida y nuestra forma de ser. Porque al final, no sabemos si vendrá de vuelta, pero cada uno da lo que lleva dentro y en cierto modo, lo que también desea recibir.
Los miedos deben ser impulso, nunca refugio. Que la esperanza nos encuentre buscándola.
Nos leemos en breve. Con amor,
I.