La vida es pura incertidumbre

La vida es pura incertidumbre

Raíces y alas. Pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen.
Juan Ramón Jiménez.

Este post lo llevo pensando desde que estaba montada en el avión a Barcelona. Y todo porque tanto a la ida como a la vuelta daban unas altas probabilidades de lluvia e incluso tormenta. Eso me hizo más consciente aún de la necesidad de estar en ese momento. Ese «carpe diem» que muchas veces nos dicen. El «memento mori» que sabemos que nos aguarda pero sin fecha conocida.

Y es que mientras leía una magia de libro que os recomiendo sin duda: Biografía del Silencio de Pablo d’Ors, mi mente se cuestionaba, buscaba calma, silencio y suspiraba mientras miraba por la ventana el mundo diminuto del que me estaba escapando.

Ahí sentí más aún que estaba en manos del piloto. Y del clima. De todo lo que no podemos controlar. Alguien que no conocía y que me llevaba al destino que yo había elegido. Pero sin saber qué me iba a encontrar exactamente al llegar. Ni cómo se iban a desarrollar los acontecimientos.

Que la vida cambia a cada instante no es ningún secreto ni ningún misterio. Sin embargo, conforme vamos cumpliendo más años tendemos a querer una cierta estabilidad en todos los niveles. Algo así como «asegurarnos» de que los días sean más o menos tranquilos, rutinarios y lo más calmados posibles.

Nos gusta porque el control es una forma de sentir que aunque somos libres y podemos hacer lo que queremos, sabemos qué puede pasar. Y los riesgos tendemos a minimizarlos al máximo. Si nos arriesgamos podemos perder nuestra estabilidad.

Pero la vida es pura incertidumbre. Sólo basta con salir un poco de nuestro refugio y comprobar como a cada segundo la vida cambia. Enterarte de que te quedan pocos días de vida o que albergas una vida nueva en tu interior. Saber que eso por lo que tanto has estado luchando por fin lo conseguiste después de esfuerzo titánico o que tiras la toalla porque consideras que ya trabajaste demasiado para los pocos resultados que obtuviste.

La incertidumbre nos hace esclavos de lo que no depende de nosotros. Y al final, cuanto más hablo con diferentes personas de todas las edades, más compruebo que nos gusta sentir que controlamos. Por eso planificamos nuestro retiro, por eso buscamos estabilidad, por eso nos casamos. La posesión y el control es una forma de sentir que quien domina, somos nosotros y no al contrario.

Y eso no es malo en absoluto. Sin embargo, la seguridad no es más que la ausencia de peligro o riesgo. ¿Y quién o qué puede garantizarnos eso?

Nada ni nadie. La vida es pura incertidumbre. Estamos en sus manos. Dependemos de ella. Aunque minimicemos los riesgos. Aunque tengamos en cuenta la mayoría de las variables. A pesar de tener en cuenta esos «por si acaso».

No es la primera vez que escucho un caso en el que a una chica le habían dicho diferentes médicos que era imposible que se quedara embarazada. Y se quedó. Conozco a su bebé.
Tampoco es la primera vez que diferentes especialistas le han dicho a un enfermo terminal que le quedan días o meses de vida. Y termina viviendo años de regalo que no se esperaba. Yo he hablado con él.

Y tampoco es la primera vez que alguien me dice que no puede más. Y ahí la veo trabajando día a día luchando por sus sueños, venciendo a la depresión. Sabiendo que valen el doble esos días en los que a pesar de parecer que todo está en contra se pone de pie y sale.

Los milagros también se suceden cuando menos te lo esperas. Porque lo mismo que la vida te da cosas, te las quita. Como los miedos. O como los sueños. Las personas.

Nos han enseñado a que hay que cumplir con unos determinados estándares. Y cuando no, aparece la frustración, el desconsuelo, el lamento. Las preguntas de «por qué a mí», «qué hice mal», «qué me pasó»… Tan lógico es querer buscar una explicación y aferrarnos a ella como no querer y quedarnos donde estamos.

Sí. La vida es pura incertidumbre y nos mandan mensajes por ambos lados. Que no es bueno quedarse en la zona de confort pero que tampoco hay que salir mucho si donde estás, te encuentras bien. Que hagas lo que te apetezca, pero sabiendo que no debes extralimitarte de tus funciones.

Querer tener todo controlado es no vivir. La vida es cambio constante.

Tu corazón se despide un poco más de ti en cada latido. Haz que cada uno de ellos te recuerde que la vida te empuja a vivirla.

Sonríe más. Di a quien quieres que le quieres. Vete de donde no eres feliz. Ve a por lo que realmente te mantiene en pie. Inventa motivos para continuar. Disfruta del viaje. Porque se pueden tener raíces y a la vez, alas.

Nos leemos en breve.
Con amor,
I.

La vida es pura incertidumbre

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