«Todos tenemos bosques en nuestras mentes.
Bosques inexplorados, interminables.
Cada uno de nosotros se pierde en el bosque,
todas las noches, solo”.
Ursula K. Le Guin
Podría empezar este post como siempre lo hago. Pero hay momentos en la vida en los que prefieres coger el mapa y decidir en qué punto estás. Y hacia dónde te quieres dirigir. Cambiar de rumbo. Dar un giro inesperado hacia el otro lado.
Todos hablan mientras caminan. Unos te cuentan su experiencia más o menos intensa, alegre, triste o diferente a como lo habían imaginado. Pero al final, cada recorrido se hace único y por supuesto, irrepetible.
A veces, sin saberlo, sin que te lo propongas, mientras vas caminando, te conviertes en la luz de alguien. En ese faro al que se dirigen cuando están perdidos o en un mar de dudas. Una ráfaga luminosa que es el aliento de quien siente que no puede seguir. Y otras veces, los papeles se invierten. Encuentras a quien se ofrece a tenderte la mano para ayudarte a dar ese paso.
Está lloviendo. Sigue lloviendo. Y mientras lo hace, el resto del mundo sigue su camino. Pienso en las decisiones que tomamos y en las que dejamos para otra ocasión, sin saber muy bien cuándo retomarlas o si volveremos a pensar en ellas. También reflexiono sobre cómo nos influyen las decisiones que otros toman por nosotros. Cuando te indican el camino a seguir desde señala su dedo que no siempre apunta a la dirección a la que quieres ir. Y cómo a veces seguimos la flecha o por el contrario, la lanzamos.
La vida consiste en lo que tú quieras convertirla. En cómo la ves con lo que te da. En qué tomas y qué dejas. Entre las oportunidades a elegir, las que rechazas. Porque seguir caminando implica ir construyendo un camino que no sale a veces en ningún GPS. Incluso ponerte manos a la obra y hacer un duro e inesperado trayecto diferente.
Los caminos se cruzan y se descruzan. Nos detienen. Nos hacen dudar. Permiten que veamos lo mismo desde otra perspectiva. Si miras hacia atrás te cuestionas. Si miras hacia adelante, imaginas.
Nos llevan a encontrarnos o a perdernos. Nos reencuentran o nos llevan a lugares nunca vistos.
Al final la vida es un camino de sentido único con sus múltiples señales que cada uno interpreta según su experiencia. Caminos que van y vienen pero en los que aunque te pares, nada a tu alrededor permanece inmóvil.
Y como ya he dicho, en medio de todo aparecen las personas. Las que se quedan y lo recorren contigo y los que te acompañan en etapas. A los que invitas porque quieres que el camino lo anden a tu lado o te ayuden a construirlo. O los que aparecen por sorpresa. Los que te enseñan y de los que aprendes. Pero también sin saber cómo ni de donde se plantan delante esos que son los que te guían.
Te guían en forma de luz, tropiezo o llamada. Pueden tener forma humana o adoptar la letra de una canción. Te escuchan o te prestan su linterna. Se ríen contigo o matan por ti.
Por eso, cuando mires al cielo y veas esa gota caer colmando tus ideas o sacudiendo tus miedos, escucha la brújula que te guía. Te vas a equivocar. Vas a arriesgar. Vas a perderte. Perderás la conexión. Se agotará la batería y tendrás ganas de volver a deshacer tus pasos o de ir más rápido hacia adelante.
Pero haz que todos los caminos conduzcan a ti. Y en medio de esas posibilidades que se nos presentan, entre las cuestiones, las señales y los condicionantes, te guíes por tu luz. O te ayudes de la de otros.
Nos encontraremos en el camino, estoy segura. Seguiremos.
Volveremos a vernos con otros ojos. Quizás hasta nos despidamos.
Por un tiempo.
Para siempre.
Hasta la próxima.
Pero siempre habrá algo en ti de mí. Y algo de mi en todo lo que toques.
Con amor,
I.