La vida y su cambio constante

La vida y su cambio constante

«Cada momento ocurre dos veces: una dentro y otra fuera, y son dos historias diferentes».
Zadie Smith

La vida y su cambio constante

Ya se va terminando otro mes y la vida, florece sin que le pidamos nada. Ahí sigue haciendo su trabajo silencioso, brotando y regalándonos el perfume que lleva dentro. Como esas personas especiales que aparecen en nuestra vida (o que ya están), que sin que les pidamos nada, nos acompañan en el camino.

Una cosa es lo que deseamos y otra la que nos viene. Y hablándolo el otro día, coincidíamos en que lo que aparece, es para enseñarte algo, independientemente de lo duro que parezca, de lo extraño que sea o de lo que pueda llegar a doler una vez que se marcha.

Porque sí, ese apego, esa sensación de pertenecernos, al final, trasciende. Y cuando esa cosa, lugar, persona etc ha cumplido su misión y desaparece, nos quedamos con el vacío que ocupó. Aprender a llenarlo, o a mirarlo con la calma, no siempre es fácil.

Ajustar nuestros objetivos es el cambio constante en el que vivimos. Os he hablado en muchas ocasiones a lo largo del Blog de la importancia de no resistirnos, de dejar que las cosas y la vida fluya, «lo que sucede conviene».

Y me lo repito ya como un mantra cada día. Pero claro, cuando hacemos rutina, llega un momento en el que te olvidas el significado y te enfadas con el mundo, con el destino y con el primero que pasa por delante porque las cosas no salen y no van al mismo ritmo que te gustaría.

Cualquiera no se indigna con lo que llevamos acumulado en dos años. Y cualquiera se para a pensar en cómo serán las cosas en un par de años más. Al final no podemos hacer otra cosa que adaptarnos al cambio, aunque no sepamos si lo estamos haciendo de la manera correcta.

«Es mejor no ver las noticias», «menudo panorama nos espera», «estoy desilusionada con la vida, no puedo hacer nada», «tengo la autoestima por el suelo»…. Cada vez lo escucho con más frecuencia. Visto lo visto, estar vivos es un deporte de riesgo. Y no tener la salud emocional tocada es un milagro.

Hablando el otro día con una amiga sobre la circunstancias que nos rodean me dijo: «Inma, creo que he perdido la fe en el ser humano. Ya nada es como antes.» Y tiene razón en una cosa: nada es como antes. Ni ella. Ni yo. El mundo sigue girando aunque no nos demos cuenta o no nos percatemos de ello.

De lo que sí me reafirmo cada día es en que falta amor. Falta más comprensión, empatía, cariño. Nos falta preguntar al otro cómo está o si necesita nuestra ayuda. Quizás nos hemos acostumbrado a estar solas y a no necesitar una mano sobre el hombro, y está bien. Pero unas palabras de ánimo pueden ser el combustible para el impulso definitivo.

Esa parada a tiempo para elegir nuevo destino. Los cinco minutos más que nos salvan de un accidente. El abrazo fuerte que nos recompone las piezas rotas. El atardecer que nos recuerda que aún seguimos vivos.

Somos individuos en una sociedad que tiende a la individualidad, cuando a cada paso que damos nos comprobamos que estamos más conectados los unos con los otros y sin embargo vivimos más lejos emocionalmente.

La vida y su cambio constante. En cada persona que se nos cruza. En cada conversación que tenemos. Las risas y las lágrimas con sus millones de significados. Las casualidades. Las causalidades. El aquí. El ahora. Reajustarnos. Y sentir que al final, todo llega en su momento. Aunque pensemos que vamos tarde. O que nos hemos adelantado.

Nos leemos en breve.
Con amor,
I.

P.D. Os estoy preparando un post sobre libros especiales que me han marcado. Espero que os guste! 😉

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