«Todos hablan de libertad,
pero ven a alguien libre y se espantan.»
Hugo Finkelstein.
Seguro que tienes ahora en mente una canción a la que recurres cuando tienes esos instantes de pausa o tranquilidad. Esa melodía que salta de repente al recuerdo y tarareas sin cesar.
Lo mismo me ha pasado con los perfumes. Que de repente alguien pasa y te quedas hipnotizada porque te evoca un recuerdo, un lugar o una persona.
Somos los recuerdos que provocamos en otras personas. Las ganas de un encuentro fortuito o provocado. El sueño que se cumple al abrir los ojos o el deseo al cerrarlos. Al final, somos porque otros nos hicieron. Y nos quedamos porque han anidado en las raíces, el fruto de la memoria.
Mientras iba el otro día en el coche, sentí una maravillosa libertad de tener el control de ir hacia donde yo quisiera. Pero es que en realidad, es así. Todas tenemos la oportunidad de dirigirnos a caminos nuevos, a decidir qué actitud tenemos en el camino y cómo decidimos vivirlo. Y os aseguro que siempre la actitud va a marcar la forma del camino.
Y es que esa sensación de soledad (elegida) con libertad es tan inmensa que hay veces que incluso asusta. A quien la provoca. Pero también a quien la disfruta.
Debería haber una melodía para la libertad que fuéramos capaces de poner en esos instantes en los que queremos salir ahí fuera y sentirnos fuertes. Esa que con solo cantarla se convirtiera en las palabras mágicas que siempre deseamos decir cuando nos quedamos sin ellas.
Yo no sé vosotras, pero llevo mucho tiempo disfrutando ese instante en el que te sientes tan libre que disfrutas de tu soledad en tu propia compañía. En la que aprendes a mirarte en el espejo y verte con los ojos de quien se enamora sin miedo a lo que haya debajo. Porque disfrutas de tomar un té contigo mientras el resto del mundo sigue su curso.
No. No es una película y no eres una simple espectadora. Eres la guionista de tu propia vida. Y lo estás haciendo mientras disfrutas de ese instante tras el cristal de la cafetería. Mientras todo el mundo mantiene conversaciones o está con el móvil. Los coches pasan rápidos. Algún pájaro se acerca a recoger algunas migas que la camarera echó al suelo. Y esa melodía resuena al fondo. Eres tú. Esa eres tú. Y la escena no termina con un fundido a negro porque esto simplemente, acaba de empezar.
Nos leemos en breve.
Con amor,
I.