Somos las decisiones que tomamos.

Somos las decisiones que tomamos

«Leeré mis libros, tomaré café, escucharé música
y cerraré la puerta».
JD Salinger

Octubre. Otoño. Calidez en el aire y frío en los huecos. Hojas caídas y ramas desnudas.

Poetas de cuentos, anhelos a la vista. Viajes relámpago. Rayos. Truenos.

Siempre se habla de finales y comienzos, pero nos olvidamos de disfrutar la historia. Nos centramos en los personajes sin ver que siempre hay elementos que forman parte de los protagonistas y que al final, son condicionantes. Para bien o para mal, somos las decisiones que tomamos.

Desde que nos despertamos estamos decidiendo si hacerlo desde la postura de la resignación, el enfado, los problemas con el tráfico y las pocas ganas de trabajar, o verlo con otra perspectiva. Y no, no me refiero a ver la vida de color de rosa, a sentir que tenemos que ser positivas sí o sí o que no debemos quejarnos porque siempre habrá gente que esté peor que nosotras.

Me refiero a que muchas veces permitimos hablarnos desde una forma que quizás no nos atreveríamos a hacerlo con alguien que queremos. Tenemos conversaciones internas que destruyen lo que somos a base de mirarnos al espejo y echar por tierra nuestro autoestima. O de limitar nuestras capacidades porque creemos que no podemos. O de frustrarnos porque tenemos que poder y no lo hemos conseguido.

Somos nuestras mayores críticas. Y no es que no seamos realistas, que no tengamos los pies en la tierra, sino que vamos más allá y terminamos por destruirnos.

Claro que podemos cambiar. Y debemos hacerlo si sentimos que es bueno hacerlo. Nada permanece impasible ni en ti ni en lo que te rodea. La propia naturaleza nos lo enseña.

Por eso somos las decisiones que tomamos. Y las que dejamos por tomar. Y hay veces que esas decisiones te alejan de lo que siempre has considerado «tu refugio». Te hacen cambiar de trabajo, de amistades, alejarte de familiares o de vecinos. Te hacen limitar ver ciertos contenidos, o no ver determinadas noticias. Incluso hacer cosas que no te habías ni replanteado porque pusiste el foco fuera, en el «qué pensarán», en el miedo al cambio.

Si te hace feliz, hazlo. Toma las decisiones en función de lo que sientes. Déjate guiar por tu intuición.

Nos leemos en breve. Con amor,

I.

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