Tratamos a quien llega nuevo como si llegara tarde.
«Haber llegado antes».
No entendemos que en la vida la gente llega cuando tiene que llegar.
Charles Simic.
Os estoy escribiendo hoy domingo, mientras sigo con mi ritual de fin de semana, así que este post lo leeréis en diferido.
Acabo de ver en las noticias que la estación de Atocha ya se llama Atocha-Almudena Grandes. Y eso me ha recordado lo que implica llegar o partir de un lugar, algo que solemos hacer con mucha frecuencia sin pensarlo demasiado.
Veréis, nos han metido en la cabeza prácticamente desde nuestra pequeña infancia que los trenes pasan. Algo así como un extra de ansiedad añadida porque si ya de por sí vivimos en la incertidumbre de lo que pasa y en el desconocimiento de lo que pasará, tenemos que sumarle que si no llegas a tiempo (no sabemos muy bien a dónde ni a qué), te quedas sin la oportunidad.
Y claro, a ver quién es quien osa a llegar a la estación y no subirse al primer tren que pasa. Pero poco reparamos en quien está allí sentada, cómodamente leyendo un libro o viendo pasar los trenes esperando a que le llegue el suyo. O de quien se sube a ese tren con la intención de disfrutar del viaje, sin importarle muy bien cuándo llegará o a donde.
Y es que a pesar de que sabemos que la vida es muy efímera, nosotros muy vulnerables y el tiempo pasa muy rápido, suelen existir a nuestro alrededor personas que nos indican con una contundencia propia de quien tiene recetas para todo que se nos agota el tiempo. Hay que actuar rápido. ¿A qué esperas?
Nos advierten de la necesidad de no dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Y aunque no niego que tendrán su parte de razón, quizás eso supone en la persona que escucha una marcha apresurada y la subida a un tren que posiblemente, no quería o del que no esté muy segura.
Siempre he sido una fiel defensora de que «todo pasa por algo». Y aunque soy muy consciente de que hay cosas que suceden que se escapan del raciocinio humano, cada persona tiene su momento de esperar, de subir o de bajarse. Y cualquiera de las opciones son correctas.
Cuando escucho la frase hecha de «es que hay que coger el tren cuando pasa» me da la impresión de que hablamos de oportunidad. En singular. Una. La única. O la coges ahora o te pasa. Y da igual si después viene otra mejor. O la que tu realmente quieres.
¿No somos conscientes de la presión que eso supone en determinadas personas? ¿Que quizás estamos condicionando las decisiones del otro o empujándolo a tirarse a las vías ante la desesperación?
Paradas de tren. Vías nuevas de acceso. Estaciones en las que subimos solas y bajamos acompañadas. O viceversa. Compañeros de viaje que duran lo que dura el trayecto. Aventuras por vivir. Experiencias nuevas. Volver. Recuerdos de añoranza cuando partes. Nerviosismo propio de quien llega a un nuevo lugar. Palabras de quien teme nuevos comienzos y de aliento de quien el viaje anterior le salió bien. Reivindicaciones de quienes usan otros medios de transporte.
Cada uno con su propio billete, convergiendo con una multitud llamada mundo. Equipajes de mano. Señales por doquier. Historias por escribir. Música para el camino.
Spoiler: perder un tren (si es que piensas que ha sido o puede ser tu caso) no te hace perder el resto.
Nos leemos en breve. Disfrutad del trayecto. Con amor,
I.