El poder de un abrazo

El poder de un abrazo

«La distorsión es parte del deseo.
Siempre modificamos las cosas que queremos».
Siri Hustvedt

El tiempo como siempre os digo, pasa relativamente rápido o relativamente lento. Y es que no hay nada más relativo que la forma que tenemos de medir la vida.

En esta semana se han jubilado un par de compañeros y otros dos, se han marchado del centro. Esto ha dado para emotivos reencuentros, despedidas alegres y alguna que otra lágrima de emoción después de que lleven los dos que se jubilan, más de 20 años en el servicio.

Por un lado me han dado algo de envidia. Y es que es una fortuna poder despedirte de un trabajo que adoras y al que has dedicado tantos años de tu vida. Los compañeros que se forjan que se convierten en amigos, las historias vividas, los momentos buenos y los no tanto. Son muchas las experiencias que se encierran en las paredes de la que es «tu otra casa» y muchas horas las que pasas con ellos.

Pero te despides y dices adiós y empiezas una nueva etapa, una nueva «etiqueta» en la que pasas de ser «la médico» o «el psicólogo» a ser «los jubilados». Y adaptarse a esa nueva etiqueta, es más complicado conforme pasan los meses. Dicho por los otros «jubilados».

Y entre risas, regalos, tarjetas de felicitaciones, reencuentros y emoción, ha habido muchos besos y abrazos.

Aunque todo han sido momentos muy bonitos mientras brindábamos y compartíamos la comida, me ha llamado la atención que una de mis compañeras, cuando otra se ha acercado le ha dicho, «¿Qué te pasa?» Y ella ha dicho: «Nada, que necesito un abrazo». Y se han dado un abrazo largo, de esos que recomponen heridas, de los que hacen suspirar y pensar que al final, todo en la vida pasa y llega. Y en cierto modo, se va.

Reconozco que ser testigo de ese instante me ha calado muy hondo. Como no podía ser de otro modo me ha hecho reflexionar.

El poder del abrazo es tan intenso que a veces olvidamos que podemos ayudar a las personas con algo tan sencillo como eso, con unas palabras de cariño y comprensión o con una mirada cálida. Que la soledad a veces está presente escondida detrás de una bata o delante de una silla. Que hay etiquetas que no se ven pero que se sienten y esas son las más complicadas de llevar.

Abrazos: ¿Cuántas veces no los hemos pedido por miedos? ¿Cuántas veces hemos querido darlos y nos hemos quedado con las ganas?

Pues así pasa todo en la vida. Que cuando te quieres dar cuenta te acuerdas de lo que dejaste por hacer. Echas la vista atrás y recuerdas los momentos felices. Sabes que todo pasa y todo llega, pero queremos aferrarnos a lo que se nos resiste.

Me encanta el poder de un abrazo. Los hay de tantos tipos como personas e instantes. Pero los mejores son los inesperados. Los que surgen de dentro. Esos que te cogen desprevenida y te provocan una sonrisa. Los largos que detienen el tiempo. Los que no se dan pero que te gustaría haber dado.

Abrazad más. Querer es un asunto urgente.

Nos leemos en breve. Con amor,
I.

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