«Mi corazón dice una cosa y mi cabeza dice otra.
Es difícil en la vida que ambas piensen igual».
Woody Allen
Reflexiones sobre amor, vida y felicidad
El verano ha pasado como un soplo de aire fresco que ventila esa habitación que hacía tiempo no veía la luz. El tiempo, con sus momentos que no vuelven…
Volver no está mal del todo aunque echemos de menos. Ojalá un reloj donde manejar el tiempo a nuestro antojo. Ojalá más vidas para aprovechar y revivir lo que ya hemos vivido de esta. Y lo que aún nos queda por vivir.
La teoría de casi todo nos la sabemos. Nos lo repiten constantemente y casi nos convertimos en gurús de título en la pared, frases de azucarillo y poses de maestros zen que llaman a la calma a quienes no saben en mitad de su tempestad, a qué puerto se dirigen.
Hace unas semanas hablaba con mi amiga sobre por qué el amor y las relaciones (en general) nos dan tantos quebraderos de cabeza, por qué le dedicábamos tanto tiempo y a qué se puede deber que cada vez haya más y más personas (generalmente mujeres) que se dedican a hacer cursos, talleres, jornadas, planes o programas para sanar la niña herida, hacernos más fuertes, querernos más, aprender a interpretar los mensajes del otro o incluso querernos más (porque el otro nos ha hecho daño).
Ello empezó a provocar en mi cabeza una enorme marea de ideas y reflexionar: » ¿A qué punto estamos llegando?» ¿Desde cuándo las relaciones se volvieron tan complicadas? ¿O es que nos hemos empeñado en estar/hacer relaciones basadas en el «usar y tirar»?
Rara es la vez que no sale ese tema de conversación en algún desayuno o grupo de WhassApp. «Los hombres ya no son como antes» «Es que no aceptan que las mujeres tengamos ahora el mismo poder que ellos» «No quiero implicarme emocionalmente porque no estoy preparada/o para una relación» «Vengo de una relación tóxica y ahora quiero vivir la vida»… Y podría seguir poniendo más y más ejemplos.
No es cuestión de sexos sino de personas. Y ciertamente hemos ido cambiando y evolucionando a nivel social por todo lo que nos rodea. Nos influyen los tiempos que vivimos y cómo tenemos que adaptarnos para sobrevivir, cuando quizás no es la opción que deseábamos, pero sí, la que nos ha tocado afrontar.
Es probable que tengamos a día de hoy muchas más opciones y libertad a la hora de poder ser quienes realmente queramos ser. Sin embargo eso hay veces que no ayuda a la hora de poder mantener una (posible) relación de calidad con otra persona. Hemos inventado infinidad de términos (casi todos anglosajones) para hablar de ghosting, benching, zombing etc.
Pero es que siempre ha pasado. ¿Desde cuándo está de moda ir a por tabaco y no volver? ¿Cuándo hemos tenido que adoptar una palabra para hablar de tener muchos/as con los que tontear sin compromiso con nadie? ¿O de irse a la francesa? No es cuestión de modernidades, pero sí de que se ha hecho más patente, gracias a la conexión de internet y a poder hablar con mayor transparencia sobre cosas que hace unos años era complicado hacerlo o simplemente, te hacían quedar mal por lo que pudieran pensar de ti.
Vivimos tiempos donde hay que vivir ya:. La comida rápida, la moda al instante, las relaciones donde poner un nombre… Todo parece estar dispuesto cual escaparate listo para ser consumido y saciar nuestras ansias en un breve periodo de tiempo. Y después, más de lo mismo. Cambiando sin más de uno a otro.
El amor no es eso. No es un poema de amor o una serenata bajo la ventana. Tampoco es cuestión de esperar a la persona indicada (¿eso cuándo lo sabremos?), ni de evitar que nos hagan daño provocándolo (consciente e inconscientemente) a los demás.
Relaciones que llenan. Al final es sólo y exclusivamente saber qué queremos, manifestarlo a la otra persona y tratar de hacer un equipo con el paso del tiempo, comunicación, respeto… Que la teoría nos la sabemos. Pero la práctica es otra. No hay un orden determinado de hacer las cosas.
No venimos con una lista de cosas pendientes que tengamos que ir tachando como quien va terminado las tareas (a veces sin disfrutar el proceso) y viendo que por fin va cumpliendo con esas expectativas que a lo mejor, si nos paramos a pensar unos instantes, ni siquiera forman parte de lo que queríamos.
Pareciera como si cuando somos pequeños nos piden que no crezcamos y una vez tenemos una edad, esperan que tengamos todo eso que es «lo que nos corresponde». ¿Pero alguien se pregunta si eso nos hace felices?
La vida pasa tan rápido que mejor alguien que nos acompañe en ese día a día con una sonrisa. Donde no haya paz, en el lugar donde las cosas no fluyan, marcharse como acto de amor propio. Si no hay correspondencia, dejar de escribir con pluma de oro. Donde no te dejen ser, no estés.
El amor no es un obstáculo que hay que superar. Las relaciones no son las carencias, faltas, necesidades o expectativas que los demás tienen depositadas en nosotros. Ni medias ni enteras. Solo somos personas tratando de ser felices en esta vida llena de incertidumbre.
Septiembre, tengo ganas de abrigo y días de lluvia. Mes de cambios y de retos.
Nos leemos en breve. Con amor (que no falte nunca).
Reflexiones sobre amor, vida y felicidad
Reflexiones sobre amor, vida y felicidad