«Se pagan caros los intentos de destruir el dolor,
porque también está el amor ahí. La inteligencia es salvarlo todo».
Joan Margarit
Sexualidad consciente: el reto del siglo XXI
El otro día os preguntaba en mi Instagram sobre qué tema os gustaría que tratara en el Blog. Y de todos los que me propusisteis uno me gustó especialmente.
Sexualidad. Qué gran tema, controvertido, aún tabú, aún tan lejos y tan cerca, tan al alcance de nuestra mano y en ocasiones tan en la otra persona. ¿En la mente o en el cuerpo? ¿Calidad o cantidad? ¿En lo que pensamos o lo que expresamos?
Creo que nos hemos acostumbrado a lo instantáneo, a lo fugaz. Ese «aquí y ahora» llevado a su máxima expresión. A un satisfyer que nos lleve al orgasmo en segundos. Una pareja que queremos que sea ya desde el primer momento. Una relación que se termina y buscando repuesto en cuanto sale por la puerta. Parches que oculten esos vacíos que nos hemos provocado.
Al final, después ese fugaz encuentro que prometimos duraría para siempre, o de esos gestos de cariño que sólo eran una despedida cortés antes de cerrar la puerta de ese motel para siempre, incluso cuando sabemos que estamos besando los labios equivocados, pero preferimos al diablo vestido de cordero.
Si ya las relaciones en el tiempo que nos ha tocado vivir, se asemejan más a un episodio de Fauna y Flora de Félix Rodríguez de la Fuente, la sexualidad es un terreno pantanoso que se camufla entre las palabras que indican totalmente lo contrario, polvos pasajeros y bloqueados después, de los que te enganchas porque más vale algo que nada. No se trata de vender amor a cambio de un rato. Ni de ser el empotrador de boquilla que se queda en burro de arado.
Al final, después de todo, nos damos cuenta de que falta esa sexualidad consciente, del otro y de una misma. De esa responsabilidad afectiva tan necesaria y que se está perdiendo. Tratar de ir al punto de la cuestión.
Será que quizás, nos hemos acostumbrado en mi generación a comprar y que en horas te lo lleven a casa. A pedir la comida y saber por dónde va desde la aplicación del móvil. A descartar personas a golpe de dedo pasando cual catálogo. Al final, el sexo está tan fácil de conseguir (aunque habrá quien piense lo contrario), que no le damos el valor a la otra persona.
Somos trozos de carne unida a un alma que vaga por el mundo esperando expiar el dolor con la primera persona que nos abrace. El caos más bello en la caricia equivocada. Somos el «aquí no es, pero puedes quedarte un rato».
Qué necesidad de sexo en ese encuentro de dos cuerpos sin taras, sin limitaciones, sin «no eres tu, ni yo». De responsabilidad afectiva, de palabras que acarician y verdades que no duelen y acercan.
Todos, al final, somos más de dejar el cuerpo al aire y de ocultar las heridas que nos hacen únicos. No se trata de llegar, sino de quedarse. Y en el sexo, no es encontrarse, sino conectar, volar. Y para ello, no confíes en cualquier piloto.
Nos leemos en breve. Cuidaos mucho.
Con amor,
Sexualidad consciente: el reto del siglo XXI