«Tal vez lo que estás perdiendo te está salvando de perderte».
Zab G. Andrade, Luciérnagas.
La intuición. Esa pequeña voz interior que con astucia y algo de timidez, asoma por entre los pensamientos para advertirnos, con su mágica presencia, de que algo es, o no.
Siempre he pensado férreamente que las cosas, las situaciones y las «casualidades» pasan por algo. El tiempo me ha dado la razón. Lo que sucede es que queremos que el tiempo vaya a nuestro aire, ritmo y antojo. Como si tuviéramos el poder de manipular el reloj según interés.
Hacemos tales actos de fe sabiendo y creyendo algo que en el fondo sabemos que no funcionará, que nos enamoramos de la venda de los ojos, nos abrazamos al imposible por si cambia de opinión e incluso rezamos al más ateo de los dioses por si acaso, se obra un milagro que tiene más de causalidad que de casualidad.
No. Si algo no te cuadra, no lo hará ahora ni nunca. Y todo ello es aplicable a cualquier momento, aunque donde más nos empeñemos sea en cuestiones sentimentales. Tratar de poner en marcha lo que ya de por sí está viciado, muerto o incluso enterrado es ir directos al abismo del dolor, autolesionarnos y flagelarnos antes de tiempo por si acaso, todo cambia en algún momento de la historia. Como si ese instante de felicidad, como si esa cucharada de miel pudiera endulzar todo el amargor que trae con sí esa situación.
Para un segundo. Respira. No estás aquí para obrar milagros ni para interceder por medios de actos de fe. Tu misión no es arreglar lo que está roto ni coser lo que otros no quieren recomponer. Si algo no te cuadra, no debes empeñarte en hacer la cuadratura del círculo.
Y sí, hazle más caso a esa vocecilla interior que no se equivoca. Conversa con ella. Hazte su amiga. Y si algo no te cuadra, hazte caso.
Nos leemos en breve.
Con amor,
I.
Si algo no te cuadra, hazte caso