Un rato a solas

Un rato a solas

La vida es tan incierta, que la felicidad debe aprovecharse
en el momento en que se presenta.
Alejandro Dumas

El mejor sitio es allí donde estás en paz. Lo que te provoca felicidad. Donde sabes que no necesitas más. La puedes encontrar perdida en una montaña rodeada de silencio o en medio de la multitud en un concierto de tu grupo favorito.

No obstante, encontrar ese sitio donde poder ser nosotros mismos puede llegar a costarnos. Porque estamos inmersos en la rutina, en lo que nos rodea. En esa lista de cosas que a veces se hace interminable (o nos la hacemos así para tener la mente ocupada en otras cosas y no pensar en lo que realmente nos ocupa). Nos auto engañamos con tanta facilidad con la productividad (a veces tóxica) que estar un rato a solas lleva a producirnos ansiedad por «no estar haciendo nada». Como si en esta sociedad en la que vivimos estuviéramos programados para hacer, fabricar, hacer… Y en función de eso determinar nuestro valor.

¿Y por qué parar a escucharme, a contemplar, a sentir la vida… es una pérdida de tiempo? ¿Acaso disponer de MI TIEMPO, precisamente tiene que ser visto como algo nada productivo?

Hay veces que me pregunto en qué clase de mundo vivimos. Luego me doy cuenta de que es el que creamos entre todos y se responde solo.

Con el paso de los años me he permitido darme ciertos caprichos. Y este es uno de ellos. Me encanta disfrutar de esos instantes de «mi-me-conmigo». Porque en el fondo hace que me conozca más. Permitir darme la posibilidad de cambiar y de ver las cosas desde otra perspectiva. Priorizar y relativizar. Ponerme en el centro sin que eso sea visto como algo negativo. Darme la oportunidad de cambiar y de ir recalculando la ruta a medida que vamos dando pasos. Y eso requiere también momentos de quietud y ausencia elegida.

Por eso me gusta estar un rato a solas. Donde perderme y encontrarme. Pero también donde permitirme que otros me encuentren. Mirar por la ventana y disfrutar en silencio del amanecer. Del primer sorbo de vino. Del mensaje de buenos días. Con risas de por medio y con planes propuestos con ganas de que se cumplan.

Y en mitad de todo eso, sentir que el tiempo se para. Separa. Acerca. Pone a cada uno en su lugar. O donde tú quieres colocarte. O colocarlos. Donde resguardarse de los suspiros que son el principio y el fin. Donde valoras los pequeños detalles y los haces tan grandes convertidos en tesoros. Y esconderlos bajo llave, al alcance de todos.

La vida al final es un milagro que sucede todos los días. A cualquier hora. En cualquier lugar. Sola o acompañada. Encerrada en una lágrima o expuesta en una sonrisa.

Nos leemos en breve. Con amor,
I.

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