Una historia de banderas

Una historia de banderas

«Gran parte de la dificultad está en no tener al lado a otra persona
para la que hacer un poco de teatro: vestirse bien, presentar una expresión agradable.
El truco, a veces difícil, está en mantener la moral sin la otra persona, sin el espejo».
Patricia Highsmith

Una historia de banderas

Empezar el año no significa empezar de cero. Implica pensar en las nuevas oportunidades que tendremos que ir a buscar. Y para eso, no necesitamos cambiar el calendario global sino la forma de pensar. Cada día, tenemos posibilidades diversas de elección: qué te pones para salir ahí fuera, qué comer, por qué ruta seguir o si contestas ese mensaje ahora o dentro de un rato.

Llevaba un tiempo detrás de escribir este post y creo que hoy es el momento. Después de hablar con un par de amigas y que me contaran sobre sus relaciones, he sentido que quizás debía hablar sobre ello.

Hoy os traigo una historia de banderas. Porque hablamos de relaciones y de buenas relaciones, pero aquí nadie nos ha explicado nada. Al final es la escuela de la vida la que nos va marcando el paso. Y también el entorno que nos rodea que nos hace compararnos y saber si lo que tenemos o no, es lo «normal».

¿Quién ha dicho que una relación sea fácil?. Hay miles de páginas (o millones, que tampoco me he puesto a contarlas) donde hablan o se exponen dudas sobre ello. «Cómo recuperar a mi ex», «Cómo hacer que se enamore de mí», «Me ha dado un beso y no he sentido nada», o «Qué hacer después de la primera cita»

Detrás de todas estas preguntas hay casi a partes iguales: miedo, inseguridad, necesidad de pertenencia, ilusión y/o dudas.

Solo he leído a Helen Fisher (la cual os recomiendo) y su punto de vista del amor desde el ámbito científico. Y ha sido cuando me puse a investigar hace unos cuantos años sobre este fantástico, apasionado y misterioso mundo de las relaciones amorosas.

Volviendo al tema del que hablaba con mis amigas, comprobé que conforme vamos cumpliendo años parece que nos volvemos más selectos a la hora de elegir con quién acomodarnos. Y sí, he usado el término acomodarse a consciencia.

Porque al final emparejarse es otra cosa. Y hoy día veo muchas personas que se acomodan al llegar a casa y saber que al abrir la puerta alguien le está esperando. O puede compartir los gastos a medias. También es más fácil saber que hay alguien «seguro» en casa. Pero me entristece saber la cantidad de personas que son infieles a su pareja porque no les llena. Les falta vida. Sienten que no hay chispa.

¿Y no es triste compartir la vida, tan corta que nos puede parecer a veces, con alguien con quien simplemente te has acomodado?

Y aquí, como si de una carrera de coches se tratase, saco la bandera roja. Necesitamos parar. Como sociedad en general. Pero tú a nivel particular. Y aquí me gustaría poner nombres pero no lo voy a hacer, porque seguro que si lo lees y te remueve, es que sabes que puedes ser tú.

Nos vinculamos muchas veces desde la ansiedad y la necesidad. Por el entorno. La presión social. Porque quieres dar mucho amor. [Pon aquí por lo que creas que quieres o deseas hacerlo]

No todo el mundo nos vale. De hecho, estadísticamente podríamos ser compatibles con más de una persona. Pero tenemos que encontrarnos. Y no somos listas de requisitos que cumplir.

Sin embargo, conoces a alguien y todo fluye. O todo lo contrario. Sabes que ahí no es, pero te da pereza volver a intentarlo y seguir otro camino.

Hay veces que las banderas rojas están ahí, desde el principio. Ondean tan fuerte que si nos descuidamos, nos pueden dar fuerte en la cara, tratando de que abramos los ojos. Pero preferimos ignorar la evidencia y girar la cabeza a otro lado.

Lo mismo que hay cosas que no se ven venir (porque estamos ocupadas en otros menesteres), también hay señales, mensajes, evidencias que nos alertan de que «ahí no es». Lo sabemos. Pero es más cómodo pensar que al final «esta persona es la definitiva».

Y que levante la mano quien no lo haya pensado unas cuantas veces en ello 😉

Tenemos tanta hambre de cariño, de sentir amor, de que se erice nuestra piel al tacto de otro ser humano, sentir que somos seres vivos… que nos comemos las banderas con patatas. Y hasta rebañamos el plato. Y si se nos acaba, somos capaces de hasta repetir. Las indigestiones ya sabemos lo que provocan.

Qué fácil es tapar nuestros miedos con esas banderas. Qué complicado es fiarnos del corazón y nuestra intuición cuando las cosas no van por donde querríamos.

No hay peor infidelidad que la que nos hacemos a nosotros mismos. Ni mayor condena que estar al lado de alguien que no te hace feliz. Y condenar a una historia que no tiene sentido a otra persona.

Vivimos en tiempos de amor líquido. De sexo rápido y consumista de emociones. Tenemos miedo a salir de la zona de confort pero tampoco nos gusta irnos solos a la cama. Nos han contado que existe algo. Sabemos que está ahí…

Quería hablaros de una historia de banderas y quizás no hay mejor forma de terminar el post que ondeando una bandera blanca en forma de sábana. Que cubra nuestros miedos debajo de ella. Mientras sacudimos la ropa por los aires.

Recordamos la despedida en aquella esquina. La sonrisa nerviosa. El roce fortuito. El final de una calle que es el comienzo de otra. Los cafés pendientes. Las promesas de más.

Y pensamos en los besos que se quedaron en el filo de la boca, al lado de las palabras que nunca dijimos.

Mis mejores deseos. Con amor,

I.

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