“Todo pasa. Nadie tiene algo para siempre.
Así es como tenemos que vivir”.
Haruki Murakami
Siempre he pensado que la vida nos pone en el lugar que debemos estar. Aunque nos cueste. Aunque dudemos. A pesar de preguntarnos «¿por qué?». Las cosas suceden en su momento justo. Y es el propio tiempo, el que nos responde.
Nos gusta el simple hecho de tener todo más o menos controlado. Saber que las cosas pasan del modo que queremos y de la forma que pensamos que es la mejor. Nos empeñamos en el sí o en el no de una forma tan obtusa que nos cegamos. Y cuando nos cegamos, no vemos ni lo que tenemos delante ni lo que hay a nuestro alrededor.
Encontrar símiles a la hora de hablar puede resultar sencillo. La teoría nos la podemos aprender de memoria y ser un libro abierto cuando nos ponemos a dar lecciones a los demás. Pero la práctica es bien distinta.
Reconozco que es muy difícil ver las cosas cuando las circunstancias, los años, la situación vivida y las experiencias acumuladas nos han hecho adaptarnos. Normalizamos, interiorizamos y terminamos pensando que si eso ha sido así siempre: ¿para qué cambiar?
Nos reflejamos en lo semejante, en aquello que conocemos. Si siempre has estado viviendo en la queja, en la maldición constante y en la falta de apoyo y empatía, hacemos de eso nuestro lema y lo extrapolamos a nuestra realidad, haciendo ley de ello.
Pero si das unos pasos más allá, si eres valiente y te asomas al abismo, compruebas que la inmensidad te hace pequeña y que hay vida en otras personas, otras opciones válidas, cambios que son posibles.
Resistir o fluir: he ahí la cuestión. Frenarse ante nuevas posibilidades, quedarse en el lado del miedo y de lo que siempre hemos pensado que «es lo que toca» o dejar que la vida nos sorprenda.
Escribir tú, tu propia historia o dejar que otros lo hagan. Pensar que «esta es la vida que te ha tocado» o hacer un pequeño gesto para cambiarla. Resistirte a ver que hay una vida nueva (la que quizás tú siempre has soñado) o crearla en forma de nuevo libro.
Confía. Todo pasa. Todo llega. Y todo, de algún modo, te hace saber que donde estás, es el camino. Si sientes paz, calma, tranquilidad y te ves «en casa», es ahí. Abre la puerta.
Mis mejores deseos. Nos leemos en breve,