Mira a la derecha y a la izquierda del tiempo y que tu corazón aprenda a estar tranquilo.
Federico García Lorca
aceptar fluir sanar soltar
Hoy. Cada día es un instante nuevo para aprender a vivir. Para aprender a levantarse tras la caída o a poner los pies en la tierra tras los altos vuelos. Para ser conscientes de que por mucho que duela o por mucho que nos apasione, todo pasa.
¿Por qué tratamos de tener la mente llena de ideas? ¿Por qué intentamos vivir la vida con personas por el miedo a estar solos/as? ¿A qué nos lleva y a dónde llevamos a los demás con lo que realmente mostramos?
Somos un recipiente en el que vamos metiendo lo que nos rodea de construcciones sociales: «tienes tal edad, deberías tener pareja», «con el tiempo que lleváis, ¿para cuándo el hijo?», «con el trabajo que tienes deberías ser feliz», «si eres muy atractivo, seguro que tienes a muchas mujeres detrás de ti….», «tendrías que cambiar de coche con el dinero que ganas, ese no te pega en absoluto…» y así podría hacer una lista interminable de todo lo que van echando encima nuestra.
Al final es como si los demás vieran en nosotros/as eso que nos falta, o que piensan que deberíamos tener para ser más felices. Conforme pasan los días, los meses, los años, y las cosas se estancan, nuestros miedos aparecen y los fracasos o desilusiones se nos plasman delante, nos horrorizamos. Queremos contentar tanto esas carencias que al final, no somos quien lleva el timón.
Entonces, llega un momento en el que terminas por creerte todo eso. Te miras al espejo y te dices: todos tienen razón. Yo debería hacer esto o lo otro. Quizás no soy lo suficientemente bueno/a en esta cosa o en tal otra. A lo mejor es que no merezco que me quieran. Quizás ahora no estoy preparado para asumir que me puedan querer. Ojalá tuviera esta cosa o tal otra para ser más feliz. Todos tienen eso que yo quiero. Todos saben mejor lo que me pasa. Tenían razón… ¿Por qué yo no? ¿por qué los demás sí?
Nos creamos una bola que provoca ansiedad, nos atemorizan los miedos y nos enfrentamos a nosotros/as mismos/as como si viviéramos eso que sentimos que nos falta, como un fracaso. Al final parece como que el resto de las cosas que tenemos en nuestra vida, todo lo que hemos conseguido sin duda alguna con mucho esfuerzo, no tuviera sentido porque ESO que nos falta, es lo que nos provoca esa extraña sensación que a veces no sabemos poner nombre.
Entonces, salimos ahí fuera con todas las heridas de guerra tratando de que los demás nos suplan esas carencias afectivas, laborales, emocionales, económicas, familiares… Somos una bomba en manos de cualquiera que huela el olor a pólvora que llevamos encima. Y claro, hay cosas que se vuelven inevitables.
Aceptar, Fluir, Sanar, Soltar… ¿Tanto nos cuesta enfrentarnos a nuestra vida, a la realidad ? Sí, hay veces que sí.
Cada persona tiene en esa mochila de la que siempre os hablo, sus propios miedos, sus fracasos, las piedras que ha ido acumulando a lo largo de su trayecto. Pero olvidamos la otra cara de la moneda: también tenemos las fortalezas, las ganas y el impulso necesario para salir ahí fuera, ponernos de pie, sacudir el polvo y mirar la vida desde la serenidad. ¿Acaso no lo hemos hecho otras veces? Vaya memoria tenemos…
Nos cuesta aceptar lo que vemos y lo que vivimos, cuando no es tal y como lo habíamos imaginado. ¡Nos pasa a todas las personas! ¿Quién quiere conformarse con lo que tiene cuando podemos conseguir mucho más? ¿Acaso no lo hemos hecho ya antes? No hay más que mirar a nuestro alrededor.
Nos estancamos y tratamos de darle mil vueltas a la cabeza buscando soluciones, pensando si hemos sido los causantes de algo, nos inculpamos sin saber muy bien por qué. Eso, nos impide fluir. Nos hemos acostumbrado a nadar en un estanque cuando dando unos saltitos pudiéramos hacerlo a mar abierto. ¿Quién sabe lo que nos deparará ese océano inmenso? ¿Y si me quedo en el estanque pequeño que ya conozco? Sí, nos estamos perdiendo muchas cosas. ¿Estás preparado/a para ello? ¿No lo estás?
Qué difícil es mantener esa conversación con uno mismo/a y saber realmente: ¿Lo quiero o lo necesito? ¿Es lo que deseo? ¿O es lo que me imponen los demás que me toca tener o hacer en este momento? ¿Es miedo o simplemente es soledad? ¿Es rutina o es que ya no da más de si lo que tenemos?
Tenemos que sanar. Darnos tiempo. Respirar profundamente y ver en qué punto nos encontramos. Debemos mirar atrás desde la visión de todo lo que hemos pasado (bueno, malo, maravilloso, horrible…) pero también hay que mirar al futuro con la esperanza de que si trabajamos en ello, si realmente somos capaces de dejarnos estar en calma, en paz, escuchando lo que sentimos, nuestra voz interior, seremos capaces de conseguir lo que nos propongamos en la vida o al menos, intentarlo. 😉
Y ahora, en este preciso instante mírate. Observa. Suelta. Deja que las cosas sigan su curso. No puedes atrapar el agua entre tus manos porque se va. No debes meterla en un tarro porque se evapora. Ni trates de enfriarla porque se solidifica.
Empieza por ti. Date otra oportunidad. Reinicia. Pon pausa a todo eso que quieres cambiar de tu vida. Permítete estar triste y contenta/o. Llora y ríe. Vivir es una aventura con sus altos y bajos. Con sus momentos de ruido y de silencio. Con sus personas y con la ausencia de ellas. Con el recuerdo y con el olvido. Con los opuestos pero también con los semejantes. Con los cohetes y sus llamas pero también con las cenizas que quedan.
Nos leemos en breve! Con amor,
I.
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