«El corazón de las personas es como un pozo muy profundo.
Nadie sabe lo que hay en el fondo.
Sólo podemos imaginárnoslo mirando la forma de las cosas que,
de vez en cuando, suben a la superficie».
«Sauce ciego, mujer dormida». Murakami.
El otoño ha venido como una tormenta que todo lo arrasa. A modo de canción que ya conozco de memoria pero que me resisto a cambiar.
He parado por un momento y tras abrir la ventana me he dado cuenta de que ese aire frío lo necesitaba para comprobar que no es la caricia sino quien te la provoca. Al final lo relativo de la vida es darnos cuenta de que el tiempo nos contiene y no debemos hacer otra cosa que aprovechar cada segundo que estamos respirando.
Huele a quemado en el corazón de algunas personas. Se escuchan campanas en los sentimientos de los que se prometieron que no permitirían que les hicieran daño de nuevo. Hay un mapa con una línea roja entre esas personas que desean pero no se atreven, que quieren pero no saben muy bien qué.
Está lloviendo. Ahora. En este preciso momento. Y quizás haya alguien que como yo, tenga dentro de su cabeza pensamientos concéntricos que le lluevan de igual manera. Porque alejarse de la tentación no te impide pensar en ella. De igual modo, negar lo evidente no implica que no exista.
Soltar no es fácil. Nos gusta pensar que tenemos todo atado y bien atado. Planificamos pensando que eso que tenemos en nuestra cabeza se cumplirá. No queremos dejarnos llevar por esas «normas sociales» que nos rodean pero al final, de un modo u otro terminamos rendidos a ellas.
La vida es pura improvisación. Da igual la edad que tengas, las experiencias que hayas vivido, lo que te repitas constantemente… Al final se trata de coger la maleta con todo lo que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra existencia y tirarlo por cualquier precipicio.
Y es la piel ese campo de batalla donde se abraza al deseo con el corazón en la mano y el rostro despojado de máscaras.
No sé si preguntarme hasta dónde. O hasta cuándo. Si sí. No. Todo va surgiendo de una forma tan humana como vital. Cerrar los ojos y sentir que todo continua cambiando constantemente.
Intentar atrapar aquello que no nos pertenece. Dejarnos llevar por lo que no nos mueve. Escucharnos y no entender lo que queremos decirnos. Tratar de explicar lo que sentimos y no atrevernos.
Bienvenido otoño. Dejaré que las hojas caídas formen esa alfombra que nos lleva al lugar donde debemos estar. Desnudarás cada duda y dejarás al aire lo evidente. Bailarás al compás del viento que nos resucita cuando el letargo nos dejó ensombrecidos. Y despertarás cuando la savia de nuevo nos lleve al punto de partida.
Misterio este el que nos rodea. Juegos de niños. Poemas al aire. Abrazos debajo de las farolas intermitentes. Mensajes a media noche con remitentes varios. Lunas que esconden secretos detrás de sonrisas torcidas. Volar siempre es un riesgo que debemos asumir si queremos llegar a un destino diferente.
Nos leemos en breve. Con más amor, cielos azules y tés pendientes.
Bienvenido, una vez más, otoño