«El único milagro que podemos hacer es seguir viviendo,
defender la fragilidad de la vida día a día».
José Saramago
Hace un día maravilloso domingo de lluvia. Y me encantan estos días porque me hacen volver a mi refugio.
También, porque sé que hay algunas personas sobre la ciudad a las que le vengo a su memoria, cual gota precipitándose y eso, en el fondo, es bonito.
Todo sucede por algo, con una misión en la vida que, queramos o no, nos enseña. Aprovechar este cambio de estación para terminar de poner el armario en «modo invierno», soltar, cual árbol que se desprende de sus hojas, lo que ya no le pertenece y mirar con perspectiva.
El otro día, hablando con una compañera en el desayuno, durante la conversación comentó: «es que yo estoy muy feliz con la vida que tengo y no la quiero cambiar». Y conforme lo decía, sus palabras resonaban en mi cabeza con demasiada claridad.
Yo pensaba exactamente igual aunque algunas veces me había boicoteado pensando que me faltaban cosas. Porque lo queramos o no, al vivir en una sociedad, los estándares que nos marcan vienen delimitados por lo que se espera. Y tan es así, que incluso siendo felices y sintiendo plenitud, nos hacen dudar.
Felicidad. Calma. Paz. Disfrutar de ese momento de la vida que estás viviendo. Por eso adoro los domingos: porque me hacen ser más consciente de que es necesario parar y mirar dónde estamos y hacia dónde nos queremos dirigir.
Paladear cada día, con sus matices e intensidades y aprender a cambiar, a decir adiós, a soltar aquello o aquellas personas que no te tratan como sabes que mereces. Disfrutar de un amanecer en solitario con los mismos ojos con los que miras un atardecer en compañía.
La vida es un continuo cambio de estación que sutilmente nos va puliendo. Nos empuja a continuar, a adaptarnos para sobrevivir.
Para llegar a ello nos hace falta más amor propio, trabajar la autoestima y empoderar nuestros miedos disfrazados, porque todos los tenemos. La sociedad, cada vez más individualista, un tanto egoísta y con carencia de empatía, nos empuja al ruedo sin reparar en las heridas que teníamos cicatrizando o en la que otros se acaban de hacer.
Quizás, no queremos cambiar porque lo que conocemos nos hace sentir muy bien. O quizás estamos deseando que se produzca esa transformación que durante tanto tiempo hemos anhelado. Sea como sea, hoy es lo único que existe.
Nos leemos en breve hablando sobre el amor.
Sed felices!
I.